sábado, 25 de abril de 2020

“Teoría de la disonancia cognitiva”, 1957. Leon Festinger

  Uno de los grandes logros de la psicología ha sido la de crear nuevos conceptos. El que en el lenguaje cotidiano aparezcan hoy términos como “frustración”, “arquetipo” o “autorrealización” permite afrontar la realidad de forma más resolutiva y creativa; incluso podemos decir que los nuevos conceptos “amplían la realidad” en general. La capacidad para la abstracción es nuestra gran ventaja a la hora de construir una vida social única con respecto a los demás animales sociales.

  La más famosa contribución del psicólogo Leon Festinger fue la “reducción de la disonancia cognitiva”. Aunque ya se ha hecho de uso habitual, este concepto no ha terminado de ser bien comprendido. Consonancia, consistencia o coherencia se refieren al desempeño convencional de nuestra racionalidad dentro de la vida social.

Se ha afirmado frecuentemente (…) que el individuo lucha por la consistencia dentro de sí mismo (…) Ciertamente, uno puede encontrar excepciones. Una persona puede pensar que los negros son tan buenos como los blancos pero no querría que ninguno viviese en su barrio (…) Lo que capta nuestra atención son las excepciones a nuestro por lo demás consistente comportamiento (p. 1)

   Un norteamericano blanco culto de 1957 podía descubrir su falta o no de consistencia a la hora de aceptar o no a un vecino de raza negra.

Reemplazaré la palabra “inconsistencia” con un término que tiene menos de connotación lógica, propiamente, disonancia (p. 2)

  De esas cosas trata la psicología: de lo que contradice el sentido común. La lógica humana es imperfecta porque está condicionada por las necesidades sociales, que a su vez son determinadas por los cambios culturales. Yo descubro, por ejemplo, que no soy tan liberal en lo referente a las minorías raciales como hubiera esperado. Descubro que mi juicio inicial sobre la realidad está errado, que mi visión del mundo ya no es coherente. Cada vez que estas cosas suceden, se da una “disonancia cognitiva”. Y es aquí donde empieza la teoría.

Propongo que la disonancia [inconsistencia], esto es, la existencia de relaciones desajustadas entre cogniciones es un factor motivacional por su propio derecho (p. 3)

  Esto quiere decir que nuestra capacidad para resolver problemas –cognición- puede llegar a ser un problema en sí mismo. ¿Cómo reaccionamos ante los problemas? ¿Evaluando la realidad objetivamente en base a nuestros intereses y actuando según nuestras capacidades? En realidad, no siempre. Ante un problema podemos simplemente ignorarlo o falsearlo.  Nuestra cognición busca reducir la disonancia… por cualquier medio a su alcance. Y muchas veces es el autoengaño la salida más fácil. Demasiadas veces nuestra capacidad cognitiva no la utilizamos para resolver el problema porque lo prioritario para nuestra mente no es tanto resolver los problemas como reducir la disonancia… y el resolver el problema es solo un método de lograr esta reducción, entre otros muchos.

[Un fumador preocupado por su salud] podría simplemente cambiar su cognición sobre su comportamiento al cambiar sus acciones, esto es, puede dejar de fumar. Si ya no fuma, entonces su cognición de lo que hace será consonante [coherente] con el conocimiento de que fumar es malo para su salud. [Pero también] podría cambiar su “conocimiento” sobre los efectos de fumar. (…) Podría simplemente acabar creyendo que fumar no tiene efectos nocivos (p. 2)

  Éste es un buen ejemplo, aunque hemos de tener en cuenta que en 1957 la noticia de las desastrosas consecuencias para la salud del tabaquismo era relativamente reciente. El “negacionismo” –otro concepto útil- se vuelve inevitable en muchos casos y, aunque para otros puede parecer absurdo, desde el punto de vista del individuo sometido a la disonancia tiene su lógica.

  Lo que mucha gente común denomina hoy “disonancia cognitiva” en realidad se refiere propiamente a la “reducción de la disonancia cognitiva”. Es decir, al bloqueo de nuestra capacidad racional que se produce con frecuencia ante el fenómeno de la disonancia. Me gusta fumar, luego fumar es bueno para mí; pero fumar es peligroso para mi salud, luego fumar es malo para mí: disonancia.

    Reducción: me esfuerzo en dejar de fumar.
    Reducción: me convenzo a mí mismo de que fumar no es malo para la salud –en contra de lo que otros dicen.
   Reducción: busco pensar en otra cosa cada vez que surja el pensamiento de lo malo que es el tabaco para mi salud.

Cuando está presente la disonancia [inconsistencia], aparte de intentar reducirla, la persona evitará activamente situaciones e información que podrían incrementarla (p. 3)

 En su libro, Festinger aplica su teoría a una serie de fenómenos sociales, a cual más inquietante. Las creencias sociales, de tipo religioso o político dan muchos ejemplos del fenómeno de la “reducción de la disonancia cognitiva”… casi a cualquier precio.

   Imaginemos una religión cuyo profeta, ya fallecido, anunció antes de su muerte que resucitaría más adelante… y que para cuando esto sucediese aún estarían vivos muchos de sus primeros discípulos. La expectativa del retorno alienta la nueva fe y a la congregación de creyentes. Con independencia de la doctrina metafísica, la congregación de creyentes ya procura apreciables beneficios emocionales e incluso materiales a quienes la integran: todo va bien. Pero finalmente fallece hasta el más longevo de los primeros discípulos y el profeta no ha regresado tal como prometió. Disonancia.

  Una forma de reducirla sería reconocer que el profeta era un falso profeta a la vista de los hechos. Pero entonces perderemos todo lo que hemos invertido en la congregación y todos los beneficios psicológicos de pertenecer a ella. Hay que buscar otra forma de reducir la disonancia. Una forma es encontrar algún tipo de razonamiento que justifique que el profeta no retornase. Otra, por asombroso que parezca dadas las circunstancias de frustración de expectativas, es fomentar el proselitismo: convencer a más creyentes de la bondad de nuestra fe, porque la fe de los otros nos alentará a creer también a nosotros mismos, disipando las dudas surgidas por la disonancia.

Las actividades de proselitismo pueden ser manifestaciones de presión para reducir disonancia (…) Los nuevos conversos o adherentes a la opinión o sistema de creencias introducen consonancia añadida, reduciendo así la disonancia existente dentro del sistema de creencias (p. 200)

  Para mantener la fe, lo importante es apoyar psicológicamente a los creyentes. Mientras más creyentes, más se sostendrá la fe… y se reducirá la disonancia.

Rodeado por compañeros creyentes con la misma disonancia, esta disonancia será reducida (p. 201)

  Esto también explica la ferocidad en la persecución de los herejes: tolerar a los herejes implica fomentar la disonancia. Destruir a los herejes reduce la disonancia. No es cómodo ser creyente rodeado de escépticos.

  Vamos de horror en horror. Otra forma de reducir la disonancia es el “lavado de cerebro”, incluso el “síndrome de Estocolmo”. Hacia 1957 se habían conocido casos de soldados norteamericanos hechos prisioneros por los comunistas chinos en Corea que fueron sometidos a “reeducación”.

El cambio de actitud u opinión se ve facilitado si una persona se ve en la situación en la cual, al mostrar un comportamiento sumiso, se ve comprometido en acciones que son disonantes con sus opiniones privadas (p. 112)

Hay evidencia en los datos de que una vez tiene lugar un cambio en el comportamiento, un cambio en las creencias es probable que también surja  (p. 121)

  Si estás sometido físicamente por alguien todavía puedes ser libre en tu interior. Pero tu dominador puede utilizar recursos para apoderarse también de tu mente. Y utilizará tu tendencia a reducir la disonancia cognitiva. Por ejemplo, pueden obligarte a defender, de palabra o por escrito, ideas políticas o religiosas contrarias a las tuyas. Al principio lo harás mecánicamente, porque te fuerzan ellos, pero después tus opiniones comenzarán a cambiar porque psicológicamente el absurdo –y el peligro- de la situación tenderá a verse reducido. Estos casos también se dan en muchas otras situaciones penosas, por ejemplo, con las esposas e hijos maltratados que acaban justificando a sus verdugos.

  Finalmente, la tendencia a reducir la disonancia también está detrás de la propagación de rumores o bulos

La existencia de disonancia extendida y uniforme en una circunstancia dará lugar a rumores que se extenderán ampliamente y, además, [de acuerdo con de] donde los rumores surjan y [cómo] se extiendan en un intento de reducir disonancia, uno puede predecir ciertos cambios sobre la naturaleza y contenido de los rumores  (p. 197)

  Por ejemplo, los nazis dicen que los judíos son malignos. Un ciudadano alemán de 1936 podía no ver nada de esto en su propia experiencia. Pero los nazis hacen circular bulos acerca de la conspiración judía internacional y de que los capitalistas judíos se llevan el dinero de Alemania a Suiza y Palestina. Para reducir la disonancia (el poder político nazi dice que los judíos son malos, pero mi experiencia personal me dice que son buenos) damos crédito a tales bulos, que inclinan la balanza y hacen desaparecer el conflicto.

  Toda aportación conceptual de la psicología nos ayuda a ser libres. Así sucede cuando aprendemos que nos influye un desconocido “inconsciente” o cuando nos informamos de que una dura experiencia que nos aguarda podrá atormentarnos por siempre al convertirse en “trauma”. Y, por supuesto, cuando nos damos cuenta de que nuestra razón busca, sobre todo, “reducir la disonancia” que nos rodea. Reducirla casi a cualquier precio, sin consideración alguna por nuestra racionalidad ni por nuestros intereses a largo plazo.

Lectura de “A Theory of Cognitive Dissonance” en Stanford University Press 1962; traducción de idea21

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