jueves, 25 de abril de 2024

“Cuando fracasa la profecía”, 1956. Festinger, Riecken y Schachter

  El psicólogo Leon Festinger se llevó el mérito de definir el concepto de la “reducción de la disonancia cognitiva”. Siempre se ha señalado su experiencia de infiltrado en una secta en 1954 como la conclusión definitiva de sus previas especulaciones. “Cuando fracasa la profecía” relata, un poco como un reportaje periodístico, esta vivencia en la que participaron él y otros colegas suyos psicólogos.

Supóngase que [a la persona con una firme creencia] se le presenta una evidencia inequívoca e innegable de que su creencia está equivocada, ¿qué sucederá? Con frecuencia, el individuo emergerá de ello no solo inmutable, sino incluso más convencido de la verdad de sus creencias que nunca. De hecho, puede incluso mostrar un nuevo fervor en cuanto a convencer y convertir a otra gente a sus mismas convicciones. ¿Cómo y por qué llega a surgir tal respuesta contradictoria a la evidencia? Esa es la cuestión en la que se centra este libro. (capítulo 1)

  El cristianismo habría surgido así. Jesús prometió que al término de un plazo no muy largo (en vida de algunos de sus discípulos) él volvería con el Juicio Final. Pero hasta ahora no ha vuelto, todos sus discípulos fallecieron (incluso el longevo Juan Evangelista) y no por eso el cristianismo desapareció como consecuencia necesaria de la decepción (“desconfirmación”, en la terminología de este libro). La secta de creyentes en los platillos volantes de este relato, de 1954, no fue tan afortunada como el cristianismo en la historia de las religiones, pero en su caso también se pusieron en marcha los mecanismos de supervivencia de la fe… tras el fracaso de la profecía.

  Se predijo una gran catástrofe natural –una gran inundación- y la llegada de los platillos volantes de una civilización extraterrestre superior para rescatar a los humanos elegidos. Pero, naturalmente, no se dio tal portento. 

  ¿Qué sucedió entonces en lo que tendría que haber sido el momento de la gran decepción?

[Un] mensaje fue recibido con entusiasmo por el grupo. Era una explicación adecuada, incluso elegante, de la desconfirmación. El cataclismo había sido suspendido. El pequeño grupo, sentado durante toda la noche [mientras esperaba el rescate], había expandido tanta luz que Dios había salvado el mundo de la destrucción (Capítulo 5)

  Los “mensajes”, de los que se nutría la fe del grupo, procedían de supuestos contactos telepáticos que una o dos personas de entre ellos hacían públicos a lo largo del tiempo. Pero los creyentes no se bastaban con esta carismática evidencia y exigían nuevas pruebas. Fuese el cumplimiento de las profecías… o también la aparición casi milagrosa de extraterrestres que se hacían pasar por ciudadanos comunes. Así sucedió que cuando un psicólogo observador se presentó para infiltrarse, como un extraño que sentía curiosidad por las profecías, fue confundido con un extraterrestre “de incógnito” que traía mensajes de esperanza.

Hemos dado cuenta de que siguiendo la decisiva desconfirmación, la señora Keech [líder carismática y profetisa, cuyo auténtico nombre era Dorothy Martin] hizo predicciones adicionales, y con el tiempo hubo una creciente tendencia por parte del grupo a identificar a sus visitantes como hombres del espacio. Si bien no anticipamos este fenómeno antes de comenzar el estudio, creemos que es consistente con la teoría de la cual se ha derivado nuestra principal hipótesis. El proselitismo, después de todo, no es el único medio por el cual puede conseguirse el sostén de un sistema de creencias. Si  puede hallarse una evidencia de apoyo directo, tanto mejor. Capítulo 7)

  ¿No hay límites a la credulidad, una vez se han creado expectativas tan ilusionantes? Bueno, finalmente, el grupo no tuvo éxito en el proselitismo y acabó disolviéndose (pero sus líderes continuaron activos en muchos campos del esoterismo el resto de sus vidas), y aquí es donde nos encontramos con observaciones valiosas acerca de los condicionantes que permitían que el grupo mantuviera su fe.

La reacción de Clyde fue similar a la de Bertha. Ambos respondieron a la desconfirmación con un incremento de sus dudas, si bien ninguno estaba dispuesto a renunciar a las creencias del grupo. Su reacción fue bastante diferente a la de los otros miembros del grupo central que respondieron a la desconfirmación permaneciendo firmes en su creencia y en algunos casos aumentando la convicción. Hay quizá una clave para comprender esta diferencia en el hecho de que solo Bertha y Clyde fueron forzados a pasar los días [críticos] en aislamiento de otros miembros del grupo. Es razonable creer que la disonancia creada por la desconfirmación inequívoca no puede ser reducida de forma apreciable a menos que uno esté en la presencia constante de miembros que lo apoyan y que pueden proporcionarle otro tipo de realidad social que hará la realización de la desconfirmación aceptable. (Capítulo 7)

    Nos encontramos, pues, con una pauta común en todo este tipo de fenómenos de creencias “disparatadas”: el apoyo del grupo social. Al fin y al cabo, en buena parte si creemos en algo es para no estar solos, y pocas cosas unen más a las personas que compartir una fe.

La mayor parte del “grupo C” redujo la disonancia creada por la desconfirmación mediante la renuncia a la creencia, mientras que en el “grupo L” los miembros se mantuvieron firmes e intentaron crear un círculo de nuevos seguidores como apoyo a la creencia (Capítulo 8)

  El grupo “L” se mantenía más en contacto con los líderes y visionarios, mientras que el grupo “C” estaba más distante, geográfica y humanamente.

El individuo creyente debe tener apoyo social. Es improbable que un creyente aislado pueda resistir la clase de evidencia [inconmovible] (capítulo 1)

  Precisamente porque el apoyo social es importante para el creyente, si la creencia es puesta en duda, entonces, en correspondencia, los creyentes ponen un mayor empeño en darse apoyo social a fin de salvar entre todos la fe que comparten, y este empeño puede incluir el intentar hacer más prosélitos, aumentando el volumen de la comunidad de creyentes. Tal tipo de mecanismos pueden llegar a poner en marcha iniciativas sociales muy sólidas. 

  Por supuesto, éste es un mundo darwiniano en el cual muchas comunidades de creyentes acaban fracasando –como la pequeña comunidad en la que Festinger y sus colegas se infiltraron-, pero otras en cambio –los mormones son un buen ejemplo- alcanzan un enorme éxito.

  El mecanismo es puramente emocional. Primero, la atracción por lo maravilloso, el contacto con entidades sobrenaturales, seres extraordinarios dispuestos a suplir las carencias de una vida social mediocre y desesperanzada, y a darnos una explicación a absolutamente todo lo hasta entonces incierto que nos rodea. Puede tratarse de dioses, espíritus… o extraterrestres. Después, la atracción se convierte en entusiasmo cuando se promete una confirmación espectacular de lo maravilloso.

Típicamente, los movimientos milenaristas o mesiánicos están organizados alrededor de la predicción de algunos eventos futuros. (capítulo 1)

  Por supuesto, estos eventos futuros nunca se confirman… Pero si la inversión emocional previa es muy fuerte, los hechos pueden ser manipulados a fin de conservar la fe (alucinaciones, histeria colectiva… todo tipo de fenómenos de psicología social son posibles en casos así). A partir de ahí todo depende de lo satisfactorio del entorno social que se crea dentro de la comunidad de creyentes. Y mientras más personas participen en ese entorno social, más satisfactorio será este. De ahí la  importancia de hacer nuevos adeptos.

Si cada vez más gente puede ser persuadida de que el sistema de creencias es correcto, entonces claramente debe ser, después de todo, correcto [a pesar de la disonancia] (capítulo 1)

  Festinger y sus colegas observaron que, antes del fracaso de la profecía (desconfirmación, disonancia), los sectarios no estaban interesados especialmente en convencer a los extraños. Consideraban que solo ellos formaban parte de un pequeño grupo de elegidos, es decir, se sentían parte de una élite; pero después del fracaso de la profecía experimentaron cierta ansiedad por hacer nuevos prosélitos.

La evidencia de la búsqueda de publicidad, el proselitismo personal y el secreto no dejan duda de que para este grupo (…) el proselitismo se incrementó meteóricamente tras la desconfirmación (Capítulo 7)

  Estos fenómenos gregarios no se dan solo con respecto a fenómenos de apariencia sobrenatural. También las creencias políticas dan lugar a casos parecidos. Puede interpretarse así la participación hoy en sectas políticas partidarias de la lucha de clases, ya que el fracaso de los regímenes marxistas es interpretable claramente como una "desconfirmación" de tal doctrina política.

  Un ejemplo actual aún mejor es el chocante episodio del movimiento independentista catalán: todo el argumentario de este movimiento político giraba en torno a que la región española de Cataluña es una nación con “derecho de autodeterminación”, y que la realización de un referéndum de independencia (para separarse de España) suponía una obligación ética derivada de los principios más básicos de democracia y derechos humanos. La apuesta se planteó desde el año 2012, cuando menos… Hacia 2024, doce años después, la comunidad internacional no ha reconocido en ninguna instancia la existencia de semejante “derecho de autodeterminación” aplicable a la región integrante de la nación española llamada Cataluña… ni se espera que suceda, y sin embargo la inversión emocional de la población no se ha visto apenas afectada por la evidente “desconfirmación”: los dirigentes políticos que hicieron tan disparatada “profecía” -que el "derecho de autodeterminación" de Cataluña sería reconocido internacionalmente- siguen cosechando éxito electoral.

Lectura de “When Prophecy Fails” en Pinter & Martin Ltd 2008; traducción de idea21

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