jueves, 25 de junio de 2020

“Inteligencia intuitiva”, 2005. Malcolm Gladwell

  El periodista y divulgador científico Malcolm Gladwell es el autor de este libro sobre el pensamiento intuitivo, sobre las decisiones acertadas que se toman en un instante. La intuición existe y en ocasiones es en extremo efectiva. ¿Por qué es así? ¿Y qué enseñanza podemos extraer de ello?

Las decisiones tomadas muy rápidamente pueden ser tan buenas como las decisiones tomadas precavida y deliberativamente  (Introducción)

Darnos sentido a nosotros mismos y a nuestros comportamientos requiere que reconozcamos que puede haber tanto valor en la decisión tomada en un pestañeo como en meses de análisis racional (Introducción)

  Nos “da sentido” porque las intuiciones reflejan la adaptación natural de nuestra psicología a la vida social humana. Estamos dotados de capacidades naturales no solo para las funciones “animales” que compartimos con todos los mamíferos, sino también para nuestra vida propiamente humana, con su riqueza conductual y su complejidad cognitiva. De lo que se trata es de desenredar esa complejidad de comportamientos instintivos para adaptarla a nuestra cultura. Podemos hacernos cargo de estas capacidades y ponerlas al servicio de un estilo de vida racional.

  De los muchos ejemplos que el autor nos da en su libro, uno de los más sencillos es el de un entrenador de tenis profesional que, observando el saque errado de un tenista, sabe cuándo cometerá después un segundo error –lo que da lugar a una “doble falta”, una pérdida de puntuación.

El entrenador de tenis se sentía frustrado por el hecho de que él sabía cuando alguien iba a cometer una doble falta pero no sabía cómo lo sabía. Después hizo equipo con algunos expertos en biomecánica que filmaron y analizaron digitalmente a los jugadores de tenis profesionales en el acto de servir, de modo que pudieron averiguar precisamente qué era lo que en el saque de los jugadores el entrenador había percibido inconscientemente. (Capítulo 6)

  Es decir, lo valioso no es tanto que haya disponibles unos individuos con “talento innato” para percibir lo que casi nadie más es capaz de percibir. Lo valioso es que, a partir de tales casos, sabemos que existen capacidades que nos pueden permitir aumentar la eficacia de todos a la hora de emitir juicios y a las que podemos acceder si desentrañamos cómo se originan esas intuiciones.

Nuestras reacciones inconscientes salen de una habitación cerrada con llave, y no podemos mirar dentro de esa habitación. Pero con experiencia y adiestramiento nos capacitamos para interpretar –y decodificar- lo que está detrás de los juicios instantáneos y las primeras impresiones. Es un poco lo que la gente hace cuando está en psicoanálisis: se pasan años analizando su inconsciente con la ayuda de un terapeuta adiestrado hasta que comienzan a comprender cómo trabaja su propia mente. (Capítulo 5)

   Lo del deportista mencionado es muy gráfico, pero más importante es la capacidad de detectar las reacciones emocionales más sutiles en lo referente a la conflictividad o no conflictividad de las relaciones humanas. Un conocimiento que en buena parte es innato, como demuestra el hecho de que los autistas, que carecen de la constitución nerviosa al respecto, no pueden desarrollar las “habilidades sociales” que para la mayoría son comprendidas de forma automática y sin esfuerzo. Y también este conocimiento innato puede ser decodificado, cultivado y ampliado por psicólogos como, por ejemplo, John Gottman y sus colaboradores.  Estos llevan muchos años observando interactuar parejas o matrimonios y han llegado a desarrollar conocimientos avanzados acerca de la predisposición humana a la conflictividad.

Cuando contemplan el video de un matrimonio [que se presta a mantener una breve discusión en el experimento], asignan un código a cada segundo de la interacción de la pareja, de modo que una discusión conflictiva de quince minutos acaba siendo traducida a una hilera de 1800 cifras -900 para el marido, 900 para la esposa (Capítulo 1)

A un nivel técnico, [el especialista] está midiendo la cantidad de emoción positiva o negativa, porque uno de los hallazgos alcanzados es que para que un matrimonio sobreviva, el promedio de emoción positiva a negativa en un encuentro dado ha de ser al menos de cinco a uno. (Capítulo 1)

Todos los matrimonios tienen un patrón [de conducta] distintivo, una especie de DNA marital, que sale a la superficie en cualquier interacción significativa. Es por esto que [el científico social] le pide a las parejas que cuenten la historia de cómo se conocieron debido a que ha descubierto que cuando un marido y una esposa cuentan el episodio más importante en su relación, ese patrón aparece inmediatamente (Capítulo 1)

Si Gottman observa que uno o ambos integrantes de la pareja muestran desprecio hacia el otro, considera que es el signo aislado más importante de que el matrimonio está en problemas (Capítulo 1)

[Incluso] si miraban solo durante tres minutos a una pareja mientras hablaba, podían predecir con impresionante exactitud si iban a divorciarse y quien iba a causarlo  (Capítulo 1)

   En estos estudios sobre las relaciones humanas destacan también los trabajos de Tomkins y Ekman acerca de las expresiones faciales, una de las manifestaciones humanas para las cuales más predispuestos estamos todos en cuanto a llevar a cabo “cogniciones rápidas” efectivas.

Una microexpresión (…) es un tipo de expresión muy particular y crítica (…) [Se trata de] expresiones de las que no tenemos control consciente (Capítulo 6)

   Las expresiones faciales son incontrolables, hasta el punto de que Tomkins las comparó, en la fiabilidad de las reacciones, al órgano sexual masculino. Por lo tanto, estamos hablando una vez más de un conocimiento que hace referencia a indicadores biológicos muy precisos.

  El conocimiento intuitivo almacena experiencias a las que en el futuro se les podrá dar un uso cada vez más relevante, ya que se trata del equipamiento que nos ha dado la propia naturaleza para afrontar numerosos problemas cuya solución no puede esperar a largas deliberaciones.

   Este tipo de conocimientos, especialmente lo que se refiere a la interacción social, podría llegar a ser en extremo valioso para mejorar las relaciones humanas. ¿Y si en lugar de preocuparnos por detectar interacciones negativas –prevención del conflicto-, trabajásemos en detectar –y promover- pautas de comportamiento prosocial –interacciones positivas? Esto podría contribuir enormemente al desarrollo de relaciones humanas de extrema confianza, que son la base del éxito social.

[Se constata] la habilidad de nuestro inconsciente para hallar patrones en situaciones y comportamientos basados en capas muy finas de experiencia (Capítulo 1)

Nuestros juicios instintivos y primeras impresiones pueden ser educados y controlados (Introducción)

Con demasiada frecuencia nos resignamos a lo que sucede en un pestañeo. No parece que tengamos mucho control sobre lo que asoma a la superficie desde nuestro inconsciente. Pero sí lo tenemos, y si podemos controlar el  entorno en el cual tiene lugar la cognición rápida, entonces podemos controlar la cognición rápida. (Conclusión)

  Finalmente, el autor, como no podía ser menos, nos ofrece numerosos ejemplos de decisiones rápidas desastrosas. ¿A veces falla el instinto?

Parte de lo que quiere decir tomar las primeras impresiones y los análisis de pequeños muestreos seriamente es aceptar el hecho de que a veces podemos saber más sobre alguien o algo en un pestañeo de lo que podemos saber después de meses de estudio. Pero también tenemos que reconocer y comprender aquellas circunstancias en las que las cogniciones rápidas nos llevan al error  (Capítulo 3)

   En realidad, si consideramos el instinto estrictamente como la evaluación inconsciente de referentes precisos, biológicamente determinados, la intuición no habría de fallar nunca. Y sin embargo, las decisiones tomadas a la ligera suelen ser desastrosas, y el avance de la civilización y el pensamiento universales se basa precisamente en la elaboración cuidadosa y metódica del recto juicio, de lo cual es paradigma el método científico.

   En la inmensa mayoría de los casos, la rapidez en la toma de decisiones no implica que estén basadas en criterios inconscientes precisos, y por lo tanto no son intuiciones. “Cognición rápida” es casi siempre lo mismo que cognición defectuosa, normalmente basada en prejuicios o en condicionamientos externos inconscientes, mientras que el instinto procede de una base innata de pautas de comportamiento. Es por ello que descifrar los marcadores de los juicios instintivos genuinos está en la línea del pensamiento científico.

Lectura de “Blink” en Penguin Books Ltd 2006; traducción de idea21

lunes, 15 de junio de 2020

“Propaganda”, 1928. Edward Bernays

  En la década de 1920 estaba naciendo la sociedad de consumo a gran escala. El desarrollo tecnológico y político hizo posible que la mayoría de la población en Estados Unidos contara con suficientes medios económicos para adquirir bienes que ya no solo eran los de primera necesidad y que antes estaban únicamente al alcance de las clases altas. El mercado entonces se disparó, así como la búsqueda de consumidores para los muchos artículos disponibles. El incremento del mercado llevó a la aparición de la publicidad comercial como actividad económica de primer orden.

Si cada uno de nosotros, antes de decidirse a comprar cualquiera de las docenas de jabones o tipos de pan que están a la venta, se paseara por el mercado realizando estimaciones y pruebas químicas, la vida económica quedaría atascada sin remedio. Para evitar semejante confusión, la sociedad consiente en que sus posibilidades de elección se reduzcan a ideas y objetos que se presentan al público a través de múltiples formas de propaganda. (capítulo 1)

Es el objetivo de este libro describir la estructura del mecanismo que controla la mente pública y explicar cómo lo manipula el sofista que trata de recabar la aceptación del público para una determinada idea o artículo de consumo (capítulo 1)

  La propaganda puede presentarse en su justa medida como algo muy diferente a la manipulación interesada.

La propaganda no es más que el establecimiento de relaciones recíprocas de comprensión entre un individuo y un grupo.  (capítulo 11)

  Pero la propaganda mercantil es solo la expresión más cotidiana de un fenómeno mucho más significativo. El norteamericano Bernays (periodista, hombre de negocios... y sobrino de Sigmund Freud) lo relacionaba con la necesidad de comunicación dentro de la sociedad de masas. Concretamente en la sociedad democrática norteamericana que sería un modelo de las sociedades democráticas en general.

La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática.(…) Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar. Ello es el resultado lógico de cómo se organiza nuestra sociedad democrática. Grandes cantidades de seres humanos deben cooperar de esta suerte si es que quieren convivir en una sociedad funcional sin sobresaltos. (capítulo 1)

  “Los que gobiernan” suponen una guía necesaria para la vida social. Y ello no es algo nuevo, pues la sociedad siempre ha dependido de la guía de sus líderes. Lo novedoso es el carácter masivo e impersonal de las masas y la indeterminación del liderazgo.

Cuando la muchedumbre no dispone del ejemplo de un líder y debe pensar por sí misma, no tiene otra opción que servirse de clichés, latiguillos o imágenes que representan un grupo completo de ideas o experiencias.  (capítulo 4)

El grupo posee características mentales distintas de las del individuo, y se ve motivado por impulsos y emociones que no pueden explicarse basándonos en lo que conocemos de la psicología individual. (capítulo 4)

La mente del grupo no piensa en el sentido estricto del término. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. Al tomar decisiones su primer impulso suele ser el de seguir el ejemplo de un líder de confianza. Éste es uno de los principios más sólidamente fundamentados de la psicología de masas. (Capítulo 4)

Los hombres rara vez se percatan de las razones reales que motivan sus acciones. (capítulo 4)

  Bernays fue también el creador de una nueva profesión, la del "asesor en relaciones públicas".

La nueva profesión de relaciones públicas nace con el aumento de la complejidad de la vida moderna y la consiguiente necesidad de que las acciones de una parte del público sean comprensibles para otros sectores del público. También debe su existencia a la dependencia cada vez más acusada de toda forma de poder organizado con respecto a la opinión pública. (...) El asesor en relaciones públicas es, por lo tanto, el agente que trae una idea a la conciencia del público sirviéndose de los medios de comunicación modernos y de los grupos que conforman la sociedad. (Capítulo 3)

   Queda la duda de que tal nuevo profesional no sea otra cosa que el responsable en primera línea de la manipulación de las masas para el interés de una minoría. Sin embargo, la función social de la propaganda estaría por encima de los intereses personales.

La propaganda deviene perjudicial y reprensible sólo cuando sus autores saben consciente y deliberadamente que diseminan mentiras, o cuando se proponen objetivos que saben perjudiciales para el bien común. (Capítulo 2)

  Aunque el libro es contemporáneo de los regímenes totalitarios de la Italia fascista y la Unión Soviética, no se aborda la cuestión de la propaganda política para regímenes no democráticos. Y eso es parte del problema, porque el autor no nos da una guía que nos permita distinguir la propaganda peligrosa de la que es inocua.

De ahí que la pregunta no tardase en plantearse: si conocemos el mecanismo y los motivos que impulsan a la mente de grupo, ¿no sería posible controlar y sojuzgar a las masas con arreglo a nuestra voluntad sin que éstas se dieran cuenta? La práctica reciente de la propaganda ha demostrado que ello es posible, al menos hasta cierto punto y dentro de unos límites. La psicología de masas dista todavía de ser una ciencia exacta y los misterios de las motivaciones humanas no han sido desentrañados en absoluto. Pero nadie puede negar que teoría y práctica se han combinado con acierto, de modo que hoy es posible producir cambios en la opinión pública que respondan a un plan preconcebido con sólo actuar sobre el mecanismo indicado, al igual que los conductores pueden regular la velocidad de su automóvil manipulando el flujo de gasolina. (Capítulo 4)

  Y, por otra parte, entre los ejemplos que da de estrategias publicitarias comerciales aparece algo tan curioso como esto:

[Para el] desarrollo de un importante proyecto urbanístico (…) no se escatimó en medios para que la zona de Jackson Heights fuese atractiva desde un punto de vista social. Se intentaba sobre todo propiciar este proceso asociativo. Se programó una actuación benéfica de los Jitney Players a beneficio de las víctimas del terremoto de Japón de 1923 con los auspicios de la señora Astor, entre otras personalidades.  (Capítulo 4)

  Parece dudoso que un publicista actual recomiende aprovechar una tragedia para sacar adelante un proyecto inmobiliario. Con esa actitud, las protestas por la honestidad del experto en relaciones públicas y el respeto por el buen juicio social resultan poco creíbles.

[En el caso del experto en relaciones públicas, su] oficio no consiste en engatusar o engañar a la gente. Si terminase cosechándose esa fama, su utilidad para la profesión habría tocado a su fin. (capítulo 3)

El público no es una masa amorfa que pueda moldearse a voluntad o a la que se pueda imponer órdenes. (capítulo 5)

  Pero se compara justamente a este nuevo profesional, el “asesor de relaciones públicas”, con el abogado, lo cual resulta esclarecedor

Su función principal es la de asesorar a su cliente, no de manera muy distinta a como lo haría un abogado.  (capítulo 3)

  Por esta misma época se vendía en Alemania el famoso libro “Mein Kampf” de Hitler -1925- que incluía párrafos acerca de lo fácilmente que las masas pueden ser seducidas por la propaganda. Obsérvese las similitudes del texto de Hitler con el de Bernays: "La capacidad de asimilación de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión, en cambio es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue. (…) La gran mayoría del pueblo es, por naturaleza y criterio, de índole tan femenina, que su modo de pensar y obrar se subordina más a la sensibilidad anímica que a la reflexión. "

  Y Bernays:

El estudio sistemático de la psicología de masas reveló a sus estudiosos las posibilidades de un gobierno invisible de la sociedad mediante la manipulación de los motivos que impulsan las acciones del hombre en el seno de un grupo. (capítulo 4)

Lo importante para el estadista de nuestro tiempo no es tanto saber cómo agradar al público sino saber arrastrarlo.  (capítulo 6)

   Las afirmaciones de Hitler eran de un gran cinismo… y sin embargo su libro acabó difundiéndose por millones de ejemplares como una especie de “Biblia”. Parece ser que, para el público, leer acerca de lo fácil que resulta manipularle no despertaba animadversión.

  Sobre Bernays, hoy sabemos que en absoluto sus actuaciones se rigieron por escrúpulo alguno.

  Finalmente, ¿esta sistemática deshonestidad es inevitable?

Acaso fuese preferible tener en nuestro país, en lugar de la propaganda y la sofistería, ciertos comités de hombres sabios que escogiesen a nuestros gobernantes, dictasen nuestra conducta privada y pública y decidiesen por nosotros qué ropa ponernos y qué tipo de alimentos deberíamos comer. Pero hemos elegido el método opuesto, el de la competencia abierta. Tenemos que hallar una manera de que la libre competencia se desarrolle sin mayores sobresaltos. Para lograrlo, la sociedad ha consentido en que la libre competencia se organice en virtud del liderazgo y la propaganda.(capítulo 1)

   Por supuesto, nadie propone algo tan absurdo como que los hombres sabios decidan sobre trivialidades ni mucho menos sobre la evolución de las costumbres. Pero sí se debería promover que los “hombres sabios” actúen de forma organizada, sostenida por la sociedad, de forma parecida a los venerables jueces de la Corte Suprema. Promoviendo la competitividad de los intereses particulares facilitada por una experta propaganda eso no se ve facilitado en modo alguno.

Lectura de “Propaganda” en Libros del Zorzal, 2000; traducción de Albert Fuentes.

viernes, 5 de junio de 2020

“Teoría del aprendizaje social”, 1976. Albert Bandura

  Uno de los aparentes propósitos del psicólogo Albert Bandura al escribir este libro debió de ser el contestar a los excesos de la psicología conductista. El conductismo psicológico era no solo una tendencia científica sino también una de tipo cultural bastante en auge durante las décadas de 1950 y 1960. Para el conductismo, el comportamiento humano se compone de respuestas automáticas a los estímulos del entorno.

  La teoría del aprendizaje social no negaba el condicionamiento por el entorno, pero rechazaba una simplificación que obviara la capacidad de los procesos cognitivos para dar respuesta a los cambios.

La teoría del aprendizaje social enfatiza los roles prominentes que juegan los procesos vicarios, simbólicos y autorreguladores en el funcionamiento psicológico (p. vii)

No es la existencia del comportamiento motivado lo que es cuestionado, sino si tal comportamiento lo explica todo al ascribirlo a la acción de los impulsos (p.3)

  Subrayar la importancia de la cognición sobre el comportamiento impulsivo se parece un poco a defender el libre albedrío, e incluso un poco a tratar de dignificar la condición humana.

La gente aprende y retiene comportamientos mucho mejor usando ayuda cognitiva generada por ellos mismos, que mediante mero refuerzo repetitivo (p. 10)

Como ciencia preocupada por las consecuencias sociales de sus aplicaciones, la psicología debe promover la comprensión pública de las cuestiones psicológicas para asegurar que sus hallazgos se usan al servicio de la mejora humana (p. 213)

  La base de toda psicología es considerar que no tenemos un pleno control sobre nuestros actos, pero la pretensión conductista de que una sucesión repetida de estímulos puede acabar condicionándonos más allá de nuestra capacidad autoconsciente parece exagerada. Muy al contrario, bien pudiera ser que lo que hacen los estímulos es motivarnos a utilizar la capacidad de evaluar y juzgar las circunstancias por nosotros mismos.

Aprender mediante refuerzo se considera normalmente como un proceso mecánico en el cual las respuestas están moldeadas automática e inconscientemente por sus consecuencias inmediatas. (…) Sin embargo, las capacidades cognitivas de los humanos nos capacitan para aprovechar más extensivamente la experiencia de lo que sería el caso si solo fuésemos organismos no pensantes  (p. 17)

  Los animales también evalúan las experiencias y actúan de forma acorde con estas. Es posible que los humanos simplemente lo hagamos de forma más compleja, pero un factor especial se suma a nuestra evaluación de los cambios en el entorno: el simbolismo.

Mediante los símbolos, experiencias transitorias de observaciones de modelos pueden ser mantenidas en la memoria permanente. Es la avanzada capacidad para la simbolización lo que capacita a los humanos a aprender mucho de su comportamiento mediante la observación  (p. 25)

Los símbolos proporcionan los instrumentos del pensamiento; las representaciones internas de las experiencias sirven como fuente para las construcciones simbólicas que constituyen los pensamientos  (p. 172)

La capacidad para la acción intencional está arraigada en la actividad simbólica. Las imágenes de un futuro deseable impulsan el curso de la acción diseñado para llevar a metas más distantes (…) Sin capacidades simbólicas, los humanos serían incapaces del pensamiento reflexivo. Una teoría del comportamiento humano, en consecuencia, no puede permitirse negligir las actividades simbólicas  (p. 13)

  Un símbolo es un “signo” que representa una idea. Almacenando concepciones simbólicas la mente humana puede evaluar no solo lo que tiene ante sí, sino enlazarlo con la memoria y sus expectativas, y realizar todo tipo de extrapolaciones acerca de actuaciones futuras o imaginarias.

Las experiencias pasadas crean expectativas de que ciertas acciones traerán valorados beneficios (…) Al representar los resultados predecibles simbólicamente, la gente puede convertir las consecuencias futuras en motivadores actuales del comportamiento  (p. 18)

   Hasta qué punto podemos aplicar la capacidad cognitiva a las entidades simbólicas y hasta qué punto podemos utilizar nuestra misma capacidad para elaborar simbolismos propios (es decir, que no nos sean dados por el entorno) determinará nuestra autonomía para salir de los condicionamientos. Somos irracionales y estamos condicionados, pero podemos prevenir las situaciones negativas derivadas de este hecho y podemos incluso modificar nuestros condicionamientos futuros. Ya que nunca seremos libres, podemos elegir cómo dejar de serlo. Somos predeciblemente irracionales.

El condicionamiento es simplemente un término descriptivo para el aprendizaje a partir de una estimulación diádica [yo estimulo-tú respondes], no una explicación de cómo suceden los cambios. Originalmente, el condicionamiento se asumía que resultaba automáticamente de los sucesos que ocurrían al momento. Un examen más atento revela que de hecho está mediado cognitivamente  (p. 67)

  El conductismo enseñaba que el aprendizaje puede ser inconsciente (manipulación) pero esto solo puede darse de forma muy limitada.

El aprendizaje (…) puede tener lugar sin consciencia de ello, pero muy despacio y con bastante ineficiencia (p. 19)

  Eso no niega que determinados condicionamientos del entorno sí pueden ser duraderos. Precisamente en las particulares situaciones que menos favorecen la actividad cognitiva del sujeto. Por ejemplo, en el comportamiento defensivo, que se halla detrás de la mayoría de las tendencias antisociales.

El comportamiento defensivo (…) se mantiene por su éxito en detener o reducir los sucesos aversivos. Una vez establecido, el comportamiento defensivo es difícil de eliminar incluso cuando los riesgos ya no existen (p. 62)

  Su origen suele ser de tipo traumático y es precisamente la cognición la que puede ponerle fin.

El miedo inducido por el pensamiento desaparece con el conocimiento de que la amenaza física ya no es de esperar. Por contraste, las respuestas de temor originadas por experiencias dolorosas persisten durante algún  tiempo, pese a la consciencia de que la amenaza física ya no existe  (p. 70)

  Finalmente, otra consecuencia valiosa de la teoría del aprendizaje social es la teoría de la atribución

Según la teoría de la atribución, las percepciones de la gente acerca de las causas de su comportamiento influencian en cómo se comportan en ocasiones futuras (…) Si llevan a cabo actividades por recompensas externas, infieren de ello falta de interés personal, mientras que si las hacen sin inducción externa, se juzgan a sí mismos interesados en las actividades (…) Las recompensas reducen la motivación intrínseca al crear la impresión de que el comportamiento está incitado externamente y al debilitarse los sentimientos de competencia y autodeterminación. Un número de estudios muestran que los niños a los que se les prometían recompensas por hacer determinadas cosas, más tarde se implicaban en ellas menos tiempo que aquellos que eran recompensados de forma no planeada o que no eran recompensados. (p. 107)

  Esta “teoría de la atribución” es importante no solo para la educación infantil –la motivación materialista sería menos efectiva que la que cuenta con argumentación más profunda- sino también para las relaciones sociales en general. La atribución fija la motivación en el resultado de la propia cognición –hago esto porque es bueno, porque es mi deber, porque me interesa a largo plazo- y esta motivación queda interiorizada. En realidad, se trata de la base psicológica de los modelos éticos más avanzados.

  La buena noticia es, por tanto, que los factores cognitivos son más determinantes que los condicionamientos inmediatos

La mayor parte del comportamiento humano se mantiene por consecuencias anticipadas más que por las de tipo inmediato  (p. 109)

La capacidad para representar las consecuencias futuras en el pensamiento proporciona una fuente de motivación cognitivamente fundamentada  (p. 161)

Según la teoría del aprendizaje social, las personas funcionan como agentes activos en su propia automotivación (p. 165)

  No hemos de confundir la teoría del aprendizaje social con una refutación del conductismo en general, sino solo de sus excesos. La consideración de nuestra cognición no nos devuelve el “libre albedrío”, simplemente nos capacita para actuar de forma mucho más efectiva en base a nuestros intereses como seres sociales. Intereses que son, por tanto, tanto individuales como colectivos.

Lectura de “Social Learning Theory” en Prentice-Hall Inc 1977; traducción de idea21