lunes, 8 de julio de 2013

"El espejismo de Dios", 2006. Richard Dawkins

  Richard Dawkins es un biólogo evolucionista de extraordinario prestigio que nunca se ha conformado con los apacibles honores académicos. Muy al contrario, ha aprovechado su formación científica para implicarse en cuestiones humanistas, extendiendo sus investigaciones  desde la biología evolutiva hasta la psicología evolutiva, lo que le llevó a la invención de un novedoso concepto en las ciencias sociales: el “meme”, equivalente cultural del “gen”, y que supondría la unidad cultural mínima transmisible de un ser humano a otro mediante mecanismos psicológicos.

  Y, además, Richard Dawkins es un militante inconformista. Para escándalo de muchos de sus colegas académicos “serios”, hace ya tiempo que decidió emprender una cruzada a favor del ateísmo, contra el

exagerado respeto de la sociedad por la religión, más allá y por encima del normal respeto humano

El hecho de que nosotros no podamos ni probar ni desprobar la existencia de algo, no coloca a la existencia y a la no-existencia en igualdad de condiciones. 

Quizás la teoría cuántica ya está tocando la puerta de lo incomprensible. Pero si la ciencia no puede responder algunos asuntos definitivos, ¿Qué lleva a cualquiera a pensar que la religión puede?

¿De que sirve un Dios que no hace milagros y no responde a las plegarias? Recuerden la astuta definición del verbo “orar” de Ambrose Bierce: “pedir que las leyes del universo sean anuladas a favor de un solo solicitante, que confesadamente, no lo merece”

  Dawkins rechaza, pues, el teísmo, la creencia en Dioses, y propugna que se equipare a cualquier otra superstición perniciosa, como la adivinación o la brujería.

Cuando me preguntan si soy ateo, he de señalar que quien hace la pregunta también es ateo en relación con Zeus, Apolo, Amon Ra, Mithras, Baal, Thor, Wotan, El Becerro de Oro y el Espagueti Monstruo Volador.

  Sin embargo, al tratarse de la religión de un fenómeno tan universal y que aún goza de tanta aceptación, es preciso plantearse qué significa y cómo habría de concebirse un mundo sin religión.

El hecho de que la religión es ubicua probablemente significa que ha funcionado en beneficio de algo; pero puede que no sea en beneficio de nosotros o de nuestros genes. Puede ser para el beneficio de sólo las ideas religiosas en sí mismas; hasta el grado que ellas se comportan en forma parecida a los genes, como replicadores.

  Parece un error el que deliberadamente evite las religiones no teístas a las que despreocupadamente califica de “filosofías”.

Y no me ocuparé en lo absoluto con otras religiones como el Budismo o el Confucianismo. De hecho, existe algo que debe ser dicho a éstos, no como religiones en lo absoluto, sino como sistemas éticos o filosofías de vida.

  Pero olvida que no es lo mismo una religión que un “sistema ético” o “filosofía de vida”. Una religión es una “filosofía de vida” capaz de afectar emocionalmente al individuo socialmente integrado que la asume al interiorizarla mediante una simbología y una serie de estrategias psicológicas efectivas (que pueden ser el ritual, la historia mítica, la oración, la meditación, la confesión, manifestaciones artísticas o cualquier otra que se nos ocurra). Las religiones pueden ser ateas y seguir siendo religiones,  y no sólo “filosofías de vida”. Con todo, Dawkins no es el único que relaciona necesariamente "religión" con "creencia en seres sobrenaturales". Esta limitación no nos ayuda a enfrentarnos al fenómeno humano de la religión.

  Para Dawkins, el papel positivo de la religión podría ser, a lo más, el de mero paliativo de ciertas tensiones, propio de una época primitiva de la humanidad.

¿Es la religión un placebo que prolonga la vida al reducir el estrés? Posiblemente; aunque la teoría debe enfrentar el desafío de los escépticos que señalan las muchas circunstancias en las que la religión en vez de aliviar el estrés, lo produce.

El comportamiento religioso podría ser un mal funcionamiento; un desafortunado sub-producto de una subyacente propensión psicológica que en otras circunstancias es, o alguna vez fue, útil.


   En realidad, la religión es un instrumento fundamental en el avance humano que, como todos los instrumentos culturales de avance humano (por ejemplo, la metalurgia, que sirve tanto para fabricar arados como espadas), conlleva también sus inconvenientes.

Hasta la religión suave y moderada ayuda a proporcionar el clima de fe en el cual el extremismo florece naturalmente.

   Dawkins está a punto de verlo claro cuando comprende que la misma evolución religiosa lleva necesariamente al ateísmo.

No está claro porqué el cambio de politeísmo a monoteísmo debería ser asumido como un mejoramiento progresivo evidente en sí mismo. Pero ampliamente es una asunción—que llevó a Ibn Warraq (autor de Why I Am Not a Muslim— Porqué Yo No Soy Musulmán), a conjeturar sagazmente que el monoteísmo está a su vez condenado a sustraer uno o más dioses y convertirse en ateísmo.

   Podría añadirse más: que una religión atea a la larga llevará a que el recurso al instrumento cultural que la religión supone acabe siendo innecesario… porque ya habrá cumplido la función para la que fue “creada”, que sería la elaboración de los “memes” necesarios que den lugar a una sociedad plenamente cooperativa (fin último de todas las religiones modernas, que algunos llaman "religiones compasivas"). La religión, en cuanto medio de participación de las masas en la extracción de significados culturales, nos permitiría alcanzar una sabiduría suficiente como para, en el futuro, poder prescindir también de ella. Así, por ejemplo, sin la religión protestante jamás podría haber llegado a existir el humanismo laico de la Ilustración.

  También es una lástima que, atacando a la religión por su irracionalismo, Dawkins no se atreva a atacar al nacionalismo (o “tribalismo”, o “grupalismo”, como a veces se le llama, una tendencia tan innata como la creencia en seres sobrenaturales), lo cual es una lamentable limitación de muchos de los ateos militantes que han surgido (por fortuna) en la época moderna (Bertrand Russell sería el precedente más popular a los de finales del siglo XX, como Dawkins, aunque Russell sí reaccionó contra el nacionalismo, al menos contra el nacionalismo más agresivo del periodo de entreguerras). Sobre todo es lamentable porque reconoce que el teísmo es un componente más de las tendencias “grupalistas”… pero omite todos los demás (raza, lengua, territorio, símbolos nacionales…)

Algunas supuestas respuestas definitivas resultan ser—o son reconocidamente—teorías de “selección grupal”.  La selección grupal es la controversial idea de que la selección natural darwiniana escoge entre especies u otros grupos de individuos. (…) Aquí está un ejemplo inventado, para mostrar como podría lucir una teoría de selección grupal sobre la religión. Una tribu con un “dios de las batallas” activamente beligerante gana guerras en contra de tribus rivales cuyos dioses urgen la paz y la armonía; o tribus sin dioses en lo absoluto. Los guerreros que inconmoviblemente creen que la muerte de un mártir lo enviará a él directamente al paraíso pelean valientemente y voluntariamente entregan sus vidas.

  Pero, en cualquier caso, el libro de Richard Dawkins está lleno de aciertos, incluso más allá de su acierto primero en promover el compromiso de la ciencia por el ateísmo, contra el cobardón “no te metas en esas cosas” que tantos colegas suyos le han dirigido.

  Otro acierto es describir lo que sabemos del origen del sobrenaturalismo, ya que la tendencia a la superstición es innata en todos los pueblos primitivos.

El psicólogo Paul Bloom, otro defensor del punto de vista de la “religión como sub-producto”, señala que los niños tienen una tendencia natural hacia una teoría dualística de la mente. De ahí la idea del alma separada del cuerpo y la esencia espiritual de los objetos. La teleología y el dualismo innatos nos predisponen, dadas las condiciones correctas, a la religión. ¿Pero Cuál sería la ventaja darwiniana?

Predecir el comportamiento de entidades en nuestro mundo es importante para nuestra supervivencia, y nosotros esperaríamos que la selección natural haya conformado nuestros cerebros para hacerlo eficientemente y rápido. ¿Podrían el dualismo y la teleología servir para esta capacidad?

La postura intencional asume que una entidad no está meramente diseñada para un propósito sino que es, o contiene, un agente con intenciones que guía sus acciones. Cuando usted ve a un tigre, es mejor que usted no demore su predicción sobre su probable comportamiento. Olvídese de la física y de sus moléculas, y también del diseño de sus miembros, garras y dientes. Ese gato intenta comérselo a usted y posicionará sus miembros, garras y dientes, en formas flexibles y capaces de llevar a cabo sus intenciones. La forma más rápida de adivinar su comportamiento, es la de olvidarse de la física y de la fisiología y tomar un atajo hasta el propósito intencional. Cuando los bebés pequeños ven a un objeto aparentemente siguiendo a otro objeto (por ejemplo, en una pantalla de computadora), ellos asumen que están siendo testigos de una persecución activa por parte de un agente intencional

  Y también son muy de agradecer todas sus referencias al evolucionismo relacionadas con el comportamiento humano y su desarrollo cultural. Sobre todo porque las religiones teístas siempre se han relacionado con el desarrollo de una sociedad más moral, más altruista y, por ende, más cooperativa. ¿Es correcta esta apreciación?, ¿contribuye la religión al humanismo, o el humanismo ha prosperado a pesar de la religión?

Nosotros de hecho, no derivamos nuestra moralidad de las Escrituras. O, si lo hacemos, nosotros seleccionamos y escogemos entre las Escrituras, los pedacitos amables y rechazamos los malvados. Pero entonces, nosotros tenemos que tener obligatoriamente algún criterio independiente para decidir cuales son los pedacitos morales: nadie niega que, desde un punto de vista moral, Jesús es un enorme mejoramiento frente al cruel ogro del Viejo Testamento 

   Dawkins olvida que ese “criterio independiente” no surge de la nada, sino que también lo hemos formado a partir de los “pedacitos morales” de la filosofía religiosa, la única que existía en la Antigüedad, pues el pensamiento laico no religioso (que basa el cambio cultural en la educación y en medios políticos) es algo muy reciente, del siglo XVIII (con algunos precursores del mundo grecolatino que no crearon escuela).

  Otras observaciones de Dawkins por el estilo, un tanto torpes, se encuentran por aquí y por allá en su libro:

¿Qué tipo de filosofía ética es esa, que condena a cada niño antes de que nazca, a heredar el pecado de un remoto antepasado?

  En realidad, un científico evolucionista como Dawkins debería sentirse admirado de la perspicacia del concepto simbólico del “pecado original”, porque cada niño que nace, en efecto, hereda el código genético de sus antepasados cazadores-recolectores y, con éste, la predisposición a la violencia, el egoísmo, la rapacidad sexual y el deseo de dominación que eran adaptativos en la dura lucha por la supervivencia de la prehistoria. La lucha contra el pecado original, por el contrario, es el equivalente mítico al largo proceso civilizatorio del control del instinto.

El ateísmo no incrementa la moralidad; aunque el humanismo—el sistema ético que a menudo acompaña al ateísmo—probablemente sí.

  Aquí, en cambio, Dawkins está totalmente acertado: lo que queda por ver es si podemos también prescindir de los mecanismos religiosos ateos en la mejora de la civilización. Éste es un tema que ni Dawkins aborda ni que tampoco tendría porqué abordar… si no fuera porque a lo largo de su libro confunde una y otra vez “religión” y “teísmo”…

Religiosos o no, nosotros todos hemos cambiado masivamente en nuestra actitud hacia lo que es correcto y lo que está mal. ¿Cuál es la naturaleza de este cambio y qué lo dirige?

  Esto lleva a Dawkins a recurrir al concepto de “Zeitgeist” (espíritu de los tiempos), un nebuloso referente al sentido de los cambios culturales (criterios éticos, estéticos, económicos, en un determinado tiempo y lugar históricos).

El Zeitgeist se mueve hacia adelante, así que inexorablemente, también lo hace lo que nosotros algunas veces tomamos como inmutable, y olvidamos que el cambio es un fenómeno real en todo su derecho.

  Como ejemplo muy significativo, tenemos la aceptación social de la violencia política extrema a lo largo de los tiempos:

Hasta Adolfo Hitler, ampliamente considerado como la encarnación de llevar los límites de la maldad hasta territorios desconocidos, no hubiese sobresalido en tiempos de Calígula o de Gengis Khan.

El Zeitgeist moral se mueve en su amplia forma concertada. Para mis propósitos, es suficiente que, como un asunto de hechos observados, sí se mueve, y no es dirigida por la religión—y ciertamente no por las Escrituras.

  Lo que supone un cierto prejuicio. ¿Por qué ese empeño en rechazar la religión, si ésta puede adoptar formas racionales? Hoy por hoy, no podemos vivir sin ideologías, y aunque no todas las ideologías son religiosas (una ideología se hace religiosa solo cuando es capaz de crear reflejos emocionales de tipo moral), son las ideologías religiosas las que parecen tener más capacidad tienen para influir en los cambios culturales, es decir, en el Zeitgeist. Las ideologías religiosas tienen la ventaja, sobre las no religiosas, de que permiten que el sujeto internalice emocionalmente sus creencias. Por eso el marxismo soviético actuaba, de hecho, como religión y el liberalismo democrático no (pero sí el republicanismo revolucionario de la Francia de 1792). Se podrá decir que la asunción emocional de las creencias suele implicar pasiones violentas. Sí, pero implica también dedicación, sacrificio, autocontrol y, por encima de todo, un vivo interés por el propio comportamiento en relación a tales creencias internalizadas ("compromiso").

   La "religión" es también el debate de ideas que tiene lugar dentro de las creencias y, por tanto, sí ha sido, hasta la aparición del pensamiento laico en tiempos recientes, lo que ha dirigido el avance del "Zeigeist". Sin Buda no hay Jesús, sin Jesús no hay San Agustín, sin San Agustín no hay Lutero, y sin Lutero nunca pudo llegar a existir un Voltaire.

  Una religión racional futura (atea, por supuesto) no debería ser descartada, de la misma forma que no podemos dejar de reconocer el papel esencial del pensamiento religioso en el progreso civilizatorio que nos ha llevado ya hoy, entre otras cosas, a un éxito total del ateísmo entre la élite intelectual:

De entre aquellos científicos estadounidenses que habían sido electos a la Academia Nacional de Ciencias, sólo el siete por ciento cree en un Dios personal

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