Este libro, obra del prestigioso antropólogo y humanista Ashley Montagu, tiene un extraordinario valor porque nos permite considerar el punto de vista sobre el “desarrollo humano” en un momento significativo del pasado reciente (fin de la guerra mundial, democratización anglosajona, relanzamiento de la economía de consumo a nivel planetario y Guerra Fría). Partamos de la opinión de Julian Huxley recogida por el autor.
[No] es cierto (…) que la ciencia no pueda ocuparse de valores. La ciencia es un método de investigación que puede aplicarse a toda clase de materias (p. 141)
Y
Se puede expresar la opinión de que de los hechos revelados por la ciencia se pueden extraer códigos éticos (p. 145)
¿Cuál es el desarrollo humano –valores, ética- según el criterio de Montagu, informado por la ciencia? Se parte de una descripción convencional de que hay tres necesidades psíquicas que son básicas: respuesta emocional, seguridad y nuevas experiencias.
Es probable que la necesidad de respuesta emocional y la necesidad de seguridad sean realmente una y la misma cosa, y que ambas surjan de la necesidad de amor. Con respecto a la necesidad de nuevas experiencias se puede formular una duda acerca de su universalidad o su fuerza. Parece que siempre existe una proporción considerable de personas de mentalidad conservadora (psico-escleróticos) que se opone a la innovación en cualquiera de sus formas. (p. 137)
Vida emocional y seguridad: a esto nos conduce la experiencia del amor. En esta época, los científicos sociales abordan la cuestión del amor con cierta valentía. Hasta entonces era más bien cuestión de la religión cristiana; ahora laicos y cristianos coinciden en la importancia del amor… frente al frío y agresivo materialismo moral del marxismo que se extiende (igualdad, justicia, progreso).
El amor es aquella forma de comportamiento que contribuye al sano desarrollo del amante y el amado. Por sano desarrollo entendemos el aumento de la capacidad de funcionar como una persona totalmente armónica que enriquece creadoramente a todos aquellos con quienes entra en relación. El amor es el principal agente de desarrollo de las potencialidades para ser humano, es el principal estímulo para el desarrollo de la aptitud social y la única cualidad del mundo capaz de producir ese sentimiento de pertenencia y referencia a la humanidad que todo ser humano desea y desarrolla. (p. 257)
Todo eso es fácilmente comprensible, excepto en que no se describe cuál es en concreto esa “forma de comportamiento” que tiene tan saludables efectos para la vida social. ¿Se equipara el “amor” a la “bondad”, o al “altruismo”?
La bondad consiste en realizar nuestras potencialidades propias para comportarnos de tal manera que enriquezcamos siempre, creadora y generosamente, la vida de todos nuestros semejantes, de las generaciones actuales y de las venideras (p. 146)
El amor puede describirse como el proceso de comunicar a otros que se está “con ellos” por entero, que se les ayudará, no simplemente que se les aceptará, sino que se estará con ellos activamente. (p. 158)
Aparece entonces el amor como una facultad de tipo social (“realizar potencialidades”, “estar con otros”) y no tanto una afección motivada por un estado psicológico de ansiedad vital (compasión, empatía, consuelo). Una cosa está clara: en ese “proceso de comunicar” se crean redes de confianza y esto es lo que más favorece la cooperación eficiente… con lo que el paraíso queda a nuestro alcance. Casi se podría tocar con la punta de los dedos (y sin desatar una cruel “guerra de clases”, como postula el marxismo).
Pero si no hay “amor”… entonces nos encontramos con constantes conflictos entre intereses particulares. Montagu, sin embargo, se adhiere al principio de la selección de grupo, ya considerado por Darwin en su obra "El origen del hombre".
En igualdad de circunstancias, un grupo cuyos miembros se hallan en estrecha integración y se unen con frecuencia tiende a dejar una mayor progenie superviviente que el grupo cuyos miembros muestran una menor integración social (p. 34)
Para que predomine el interés común e incluso, en ocasiones, el interés ajeno, es preciso que se dé un tipo especial de motivación altruista, algo que incentive personalmente al que, en teoría, no busca el interés personal (es decir, otro tipo de interés que no es de orden material). Para que se produzca la "selección de grupo" bastaría con alguna ventaja en cuanto a cooperación eficiente por el interés común dentro de un grupo con respecto al otro, pero para alcanzar las aspiraciones humanistas de una sociedad basada en el amor mutuo, necesitamos una motivación altruista más efectiva en términos absolutos.
Y aquí Montagu cae en el “error rousseauniano”. El error es doble: por un lado, se afirma una inexacta naturaleza benévola de la naturaleza humana, y por el otro, solo se da la opción de elegir entre “o naturaleza benévola, o naturaleza malévola (que exige represión)”
Como señala Maslow, de la interpretación de los “instintos” del hombre como propios de un “animal malo” derivó la falsa idea de que la civilización y todas sus instituciones no son sino otras tantas fuerzas para reprimir a un ser malo por naturaleza. Se dice con frecuencia que además de llevar en sí los estigmas físicos de sus orígenes fisiológicos, el hombre lleva también en sí los estigmas de sus orígenes psicológicos, y que estos están representados por sus “impulsos instintivos” (p. 144)
En realidad, el dualismo de la coexistencia, al mismo tiempo, del pecado y la virtud en el mismo ser humano viene ya desde el zoroastrismo. Incluso Freud reconocía que, si bien el instinto debía ser reprimido, esta represión y manipulación podía tener efectos de amplio alcance, no meramente negativos. Freud no descartaba en absoluto una reconducción de la libido –“inhibida en su fin”- para desarrollar un estado psicológico de benevolencia viable.
Sin embargo, cualquier investigación o empeño de cambio cultural basado en este tipo de expectativa para mejorar el comportamiento humano se estrella ante la suposición de que, al fin y al cabo, el comportamiento humano ya es bueno de por sí… por lo que no es necesario proceder a recursos extraordinarios –e inéditos- para controlar los impulsos egoístas y agresivos (y parece evidente, a estas alturas, que eso es lo que urge esclarecer).
Gracias a los trabajos realizados por los antropólogos hoy sabemos que los pueblos primitivos (…) en su mayor parte funcionan de un modo sustancialmente más cooperador que nosotros (…) Los chimpancés y los gorilas están entre las criaturas más pacíficas. Nunca atacan a ningún ser vivo, son totalmente vegetarianos (p. 175)
Todo esto es incierto, como hoy todo el mundo sabe de los estudios de los antropólogos y primatólogos, muchos de los cuales se han hecho muy populares. Sin embargo no estorba el planteamiento de que el “amor” (¿mutua ayuda?) es el objetivo de la vida social, lo que sucede es que se plantean enormes dificultades. ¿Cómo conseguimos “amor”?, ¿cómo logramos motivar para el comportamiento benévolo y altruista?
Cuando menos, en la época de Montagu, la psicología ya había determinado la importancia de la educación emocional en la infancia, especialmente en el seno de las familias. En esto hoy sigue sin haber discusión alguna.
La forma en que desarrolle un ser humano su capacidad de amar y su capacidad de trabajar dependerá considerablemente del tipo de entrenamiento que haya recibido durante la infancia y la adolescencia. (p. 254)
Es evidente que la función más importante de la educación es extraer y desarrollar las potencialidades del niño para ser un ser humano afectuoso. Las pruebas de que disponemos nos indican que alcanzar el status de un ser humano afectuoso es la meta más importante y deseable para un ser humano. La finalidad primordial de la educación debería ser producir seres humanos afectuosos, y todo lo demás debería subordinarse a esta finalidad. (p. 263)
Aunque se recomienda mucho alentar la mejora de la educación escolar (los profesores de primaria y secundaria no suelen estar muy prestigiados) queda el grave problema de que la auténtica educación emocional (afectividad) se proporciona en los hogares, dominados por los adultos. Y aquí no se indica solución posible: ¿cómo educamos a los adultos?
Siempre va a haber niños erróneamente educados. Bien por insuficiencia de capacitación de los maestros… bien, sobre todo, por incompetencia parental… especialmente notable cuando consideramos que son los padres más incompetentes –y con menos oportunidades para mejorar su competencia- los que más hijos tienen.
Aparentemente, Montagu equipara el liberalismo democrático a una especie de “ideología del amor” que se propagaría mediante las instituciones de enseñanza estatales… y es de suponer que también por otros medios de transmisión cultural que quedan indeterminados.
Lectura de “La dirección del desarrollo humano” n Editorial Tecnos 1975; traducción de María Dolores López Martínez