“Mundos estructurados” es una colección de trabajos sobre antropología y arqueología cognitiva que giran en torno a una cuestión vital en el desarrollo humano. Partamos ante todo de la realidad de que la especie “Homo”, esa especie de grandes simios bípedos, ha existido en el planeta durante cientos de miles y aún millones de años, que su comportamiento ha quedado codificado genéticamente y que esta herencia aún nos determina a nosotros; sin duda supuso un gran cambio que “Homo erectus” dominara el fuego, cocinara su comida, utilizase toscas herramientas de piedra y, muy probablemente, empezara a hablar, pero al cabo de cientos de miles de años aparecerá “Homo sapiens” y, de repente, el entorno dejó de ser el mero marco ecológico en la vida de un animal con ciertas características cognitivas peculiares.
Este volumen examina las acciones social e ideológicamente estructuradas y las historias a largo plazo de los cazadores-recolectores creadas con la mediación de objetos, animales, plantas y lugares en el entorno. Se contempla el imaginario de creencia, percepción y valor como la matriz esencial que hace posible la acción en el mundo. Desde esta perspectiva, las actividades diarias, estacionarias y anuales de los cazadores-recolectores se ven motivadas y capacitadas por la cosmología, las relaciones sociales, percepciones y valores.
Lo que sucede es que “Homo sapiens” integra el entorno en su propia vida interior a través del “significado”; y ese entorno con “significado” supone una “estructura”. La peculiaridad de “Homo sapiens”, en buena parte como era la de “Homo erectus”, es su capacidad para la vida social, para desarrollar las posibilidades de las relaciones cooperativas entre sus semejantes, pero para eso “Homo sapiens” hace uso del lenguaje y resto de símbolos que se transmiten culturalmente, condición única que ahora se expande más allá de las meras relaciones sociales entre individuos. Las relaciones sociales resulta que abarcan también el entorno material no-humano y, en cierto modo, incorporan esto “no-humano” a la propia condición íntima. De las relaciones sociales entre los individuos “cazadores-recolectores” es muy poco rastro el que nos queda, pero el entorno permanece: el paisaje, la dimensión física del territorio, las viviendas, los enterramientos… la economía.
La práctica humana está en todos los tiempos y lugares dirigida por estructuras. Las estructuras podrían ser descritas como cualquier “construcción superindividual” que encierra, o encuadra, las acciones de los individuos prehistóricos. Las estructuras pueden ser materiales y no-materiales (…) Una estructura material y no-material es el paisaje, con todos sus seres vivos y no vivos. El paisaje como estructura implica la percepción del paisaje.
Por ejemplo, conocemos, de la cultura general e incluso de algunas obras dramáticas, que para ciertos pueblos el paisaje formaba parte de su vida privada de forma parecida a como para nosotros lo son nuestros recuerdos íntimos del hogar…
En el mundo estructurado de los Niitsitapi [nativoamericanos], el paisaje es una serie de topónimos relacionados con caminos, movimientos y narrativas. Los lugares son con frecuencia accidentes geográficos destacables, cruces de ríos o áreas de recursos que se perciben como puntos focales de energía espiritual (…) Los paisajes no son solo los rasgos naturales de una región sino también los nombres, tradiciones orales y ceremonias que establecen la continuidad entre los seres ancestrales, grupos sociales, recursos y la tierra. Este paisaje cultural se convierte en el archivo del grupo, que incluye no solo mitos sino también códigos de conducta ética con respecto a la tierra, la gente y los recursos (…) El movimiento por el paisaje se convierte en un peregrinaje ritual diseñado para renovar vínculos con los espíritus, los antepasados y las comunidades vivientes tanto como para asegurar la generación de los recursos y la tierra (…) Esta organización estructural del paisaje representa una estrategia diseñada para perpetuar las tradiciones del grupo y para facilitar la transmisión exacta del conocimiento oral de una generación a la otra. En el mundo occidental, nuestra historia y nuestra memoria colectiva se recogen en libros o medios similares y se almacenan en archivos para el beneficio de las futuras generaciones [pero,] para los Niitsitapi, que confían en la historia oral y en las tradiciones orales, la memoria colectiva se almacena en el paisaje. Esto es, narrativas específicas, canciones, ceremonias y rituales que se fijan en lugares distintivos dispersos a lo largo del país Niitsitapi. Estos lugares tienen nombres descriptivos que son evocados cuando se ven desde un punto determinado del paisaje
El paisaje cuenta –o más bien es- una historia. abarca las vidas y los tiempos de los predecesores que, a lo largo de las generaciones, se han movido en torno y han tomado parte en su formación (…) Es un entorno que está él mismo lleno de pasado
De esto tenemos constancia más que nada por la interpretación poética –bastante justa, por cierto- que hoy le damos. Pero hay cuestiones incluso más significativas.
La población [de las ricas comunidades prehistóricas del Noroeste americano] pudo haberse expandido mucho antes, pero no sucedió así. (…) Se requiere una explicación sobre los valores y creencias culturales para la estabilidad a largo plazo de densidades de población tan bajas.
Las explicaciones materialistas, económicas, tecnológicas, no explican el surgimiento de la civilización. Los autores del libro hacen referencia en el párrafo anterior a los pueblos de la costa noroeste de Norteamérica, uno de los casos más significativos de la arqueología cognitiva. Estos pueblos eran ricos: disponían de grandes excedentes de alimento gracias, sobre todo, a la abundancia de pesca, así como disponían de madera –energía- en cantidad infinita. Pudieron ser el origen de un gran imperio y jamás fueron nada de eso (y buena muestra de ello es el haber mantenido “densidades de población tan bajas”). No hubo aquí determinismo económico porque casi nunca lo hay. Hubo una determinación estructural.
Sugiero que la tendencia a largo plazo en la costa noroeste, como quizá en el caso de los cazadores-recolectores en otras partes del mundo, era que las gentes se vieran a sí mismos menos como parte del paisaje y sujetos al control sobrenatural, y más en control del paisaje y de sus recursos (…) La relajación de la constricción a largo plazo de la reproducción parece haber ido de la mano con la aserción del control humano sobre los recursos de producción, directamente mediante la construcción tecnológica y la modificación del paisaje, e indirectamente mediante el control sobre el trabajo
Pudiendo haberse expandido, su propio modelo social se imponía sobre las consideraciones materiales, económicas, digamos “darwinianas”. Una especie animal nunca “pierde una oportunidad” para afirmar su supremacía, y son las otras especies las que limitan su éxito, pero eso no sucede con el “Homo sapiens”, pues no hay especie que pueda hacerle frente; tampoco otras sociedades “Homo sapiens” pueden hacerle frente si, como sucedía con estos pueblos tan ricos, disponen de una inusitada abundancia de recursos. Los “mundos estructurados”, sin embargo, no funcionan como el entorno natural de los seres irracionales. Hasta cierto punto, estos pueblos de la costa noroeste “eligieron” su destino por la naturaleza de sus estructuras culturales.
El análisis de los paisajes arqueológicos se está apartando ahora del énfasis en la adaptación [a los recursos del entorno] para adoptar la visión de que el paisaje no es algo que existe meramente por sí mismo, esperando impactar en el éxito o el fracaso de las poblaciones humanas que llegan a ocuparlo. Más bien, los paisajes son vistos cada vez más como constructos humanos que existen por virtud de ser percibidos, experimentados y contextualizados por la gente que se compromete con ellos (…) Mientras que es más fácil comprender cómo la gente se siente sobre un antiguo templo o monumento cuando se expresa al escribir o se preserva en la mente de los descendientes directos históricos que los construyeron, no es imposible inferir cómo los pueblos prehistóricos a pequeña escala pueden haberse sentido de forma similar sobre un rio o una montaña o una específica estación del año
Explicar cómo se llega a este punto es mucho más difícil que evidenciar el fenómeno en sí. Todavía no sabemos por qué se eligió el camino de la civilización: el sedentarismo, la religión, la agricultura, las ciudades, el comercio, la escritura… Tampoco estamos seguros del orden en que sucedieron estos cambios. Lo importante, sin embargo, es que rechacemos las explicaciones fáciles de la mera expansión económica. En realidad, para el Homo Sapiens, el éxito económico es lo más fácil de todo. El éxito cultural –simbólico- supone el auténtico problema.
Los estudios de este volumen pueden parecer que representan otra etapa en [una] escalada inferencial, proponiendo ir más allá de la tecnología y economía, la organización social y la práctica y creencia religiosas para capturar la esencial de algo incluso menos tangible –las estructuras de percepción y pensamiento
Uno de los trabajos de este volumen en particular aporta una distinción que podría ser igualmente significativa: la evolución del chamanismo al totemismo en las sociedades prehistóricas.
A diferencia del animismo, [en el totemismo] el mundo natural no está inmediatamente incluido en el mundo social. Así, el totemismo implica un sistema en el cual una oposición naturaleza-cultura es implícitamente tenida en cuenta. La naturaleza como un modelo para el pensamiento está relacionada con cuestiones de origen y coherencia. Los conceptos humanos de origen en la naturaleza y la cohesión de los grupos sociales estructuran una ideología donde la gente y su paisaje habitual comparten la misma sustancia. Un punto de vista totémico implica la creencia de que los humanos han literalmente nacido del paisaje. De esta forma, los miembros de los grupos sociales o totémicos pueden verse a sí mismos y a su territorio como compartiendo el mismo origen material. Los mitos de origen encajan bien con los sistemas totémicos
Tales fenómenos no se han dado siempre, pero hay en ellos un poco de la psicología íntima de todo ser humano.
En general, podemos considerar el animismo como una expresión espiritual propia de las primeras sociedades y el totemismo, con su tendencia a dar cuerpo a los primeros mitos, sería un segundo paso hacia la civilización
La forma anímica de comunicación con las fuerzas personales de la naturaleza está más abierta a dejar que uno mismo sea moldeado por el entorno. Podemos decir que esta vida y práctica está más organizada por “estructuras abiertas”, lo cual se ajusta bien con el arte rupestre animista/naturalista abierto y de inexistente diseño interior. En conclusión, el animismo se dirige hacia el intercambio de cuerpos animales y la transformación de cuerpos y estados que implica tanto a los cuerpos humanos como animales. En contraste, el totemismo se dirige hacia la reproducción de esencias y la creación de recuerdos estableciendo metáforas. Ambos conjuntos de acciones apuntan a la reproducción de fuerzas vitales de vida.
Otro de los trabajos señala los indicios que marcan la categorización de “persona” (o “semejante”) dentro de una comunidad. En este caso, la estructuración es interna dentro de la misma sociedad.
“Personeidad” en su más amplia definición se refiere a la condición o estado de ser una persona, tal como es comprendida en un contexto específico. Las personas son constituidas, deconstituidas, mantenidas y alteradas en las prácticas sociales a través de la vida y tras la muerte. Este proceso puede ser descrito como la consecución progresiva de la personeidad. (…) [En los restos de un pueblo prehistórico del Báltico] los no adultos enterrados no estaban acompañados por bienes mortuorios, solo lo estaban cuando se les enterraba junto a los adultos. Sugiero que estas costumbres diferentes eran indicativas de la categorización de los miembros de la comunidad en aquellos que tenían su propia identidad reconocida y distintiva y aquellos cuyas identidades eran definidas por su relación con los otros
Existir no es un asunto meramente íntimo. Existir es, ante todo, un asunto social. Es precisamente la transformación social la que dará lugar a que la privacidad pueda ser comunicada.
Personas, mitos y creencias espirituales son estructuras simbólicas que se han reflejado en el entorno material del ser humano. La pulsión que les dio lugar, y que en ocasiones dejó su rastro hasta el mundo de hoy, tiene un origen que hoy llamaríamos “inconsciente” que es universal y pervive en nosotros. El todopoderoso “Homo Sapiens”, aun limitado por su agresividad y su superstición, tiene dentro de sí una capacidad única para construir su entorno material, una capacidad que tal vez hoy podamos reconducir para nuestro provecho.
Buenas tardes. Felicitaciones por tu blog, gran trabajo. Tienes página en facebook para seguir tus publicaciones? Gracias
ResponderEliminarGracias por tu atención, querido Unknown. No, no tengo facebook ni más publicaciones que este humilde blog. A veces pienso que sería una buena idea que más aficionados a las ciencias sociales tuvieran blog como éste. Podrían ser sugestivos y orientadores para otros, aparte de una buena ayuda para elaborar ideas y fijar conceptos.
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