lunes, 6 de abril de 2015

“La catedral de Darwin”, 2002. David Sloan Wilson

El propósito de este libro es tratar el concepto orgánico de los grupos religiosos como una seria hipótesis científica.

  David Sloan Wilson aborda la religión de forma científica: la ciencia estudia la naturaleza, y en la naturaleza humana parece existir la necesidad de vivir en grupos dentro de los cuales siempre se llevan a cabo actividades religiosas. De modo que es razonable plantearse que si la religión ha existido en todos los grupos humanos conocidos a lo largo de la historia probablemente será porque ésta debe de haber cumplido alguna función.

Religión [es](…) un producto de la evolución que capacita a los grupos humanos para funcionar como unidades adaptativas –al menos hasta cierto punto.

  Hay que decir que no todos los científicos aceptan que la religión tenga esta función prosocial (para que los grupos funcionen como unidades adaptativas)

La hipótesis que estoy buscando probar propone que la religión contribuye a que los grupos humanos funcionen como unidades adaptativas. Esta hipótesis tiene muchos rivales, incluyendo las hipótesis de la religión como herramienta de explotación, como un parásito cultural o como un subproducto del razonamiento coste-beneficio

  (El planteamiento de “herramienta de explotación” tiene que ver con el viejo posicionamiento marxista: la clase superior manipula las supersticiones de la clase inferior para obtener más ventajas que aseguren su supremacía;  el “razonamiento coste-beneficio” se refiere a la opinión de que las religiones son una creación consciente para obtener beneficios concretos, por ejemplo, una religión que impone la autoridad de unos sacerdotes para ejecutar trabajos colectivos en beneficio de la comunidad; la hipótesis del “parásito cultural” se refiere a la idea de que la religión es inútil y contraproducente para la vida social pero que se perpetúa a sí misma por selección natural de la misma forma que lo haría un virus que ocasiona una enfermedad)

  La visión "funcionalista" que defiende David Sloan Wilson, en cualquier caso, concreta bastante su idea de que la religión (relacionada o no con la creencia en supuestos seres sobrenaturales) obedece a una necesidad de la vida humana en comunidad:

Es importante recordar que las comunidades humanas cuyo tamaño pasa del de unos pocos cientos de individuos son “antinaturales”. En lo que se refiere a la evolución genética, por lo que sabemos, nunca existieron grupos humanos tan numerosos antes del advenimiento de la agricultura. Esto quiere decir que la sociedad humana necesita mecanismos culturales evolucionados para permanecer unida por encima del nivel de grupos de personas que puedan conocerse cara a cara.

  Wilson se refiere a “sistemas unificadores” en general, que englobarían también a lo que hoy llamamos religión.

La teoría general debería diferenciar la religión de otros sistemas unificadores, pero debería también mostrar lo que la religión tiene en común con otros sistemas unificadores, incluyendo aquello que aparece como altamente no-religioso en otros aspectos.

  Al diferenciar entre “religiones” y “sistemas unificadores” podemos llegar a comprender ciertas cualidades esenciales del fenómeno religioso. Todo “sistema unificador” implica un sistema de creencias relativas a la vida social. Veremos que hay algo muy particular en la naturaleza y efecto de las creencias religiosas, pero de entrada tengamos en cuenta que las creencias, para tener relevancia social, no basta con que sean conocidas y transmitidas entre los individuos.

Sin importar cómo sea de poderoso, un sistema de creencias por sí mismo es probablemente insuficiente para convertir un grupo en un organismo social. Se requiere también una organización social para hacer cumplir las normas y coordinar las actividades de aquellos que acatan las normas

  La religión propiamente dicha parece ser un particular sistema de creencias capaz de producir efectos en el individuo dentro de un grupo hasta el punto de hacer necesaria una organización social vinculada a él.  El “efecto religioso” para el individuo depende de factores emocionales que no están al alcance de cualquier “sistema unificador”. Los sistemas unificadores en general (por ejemplo: una ideología política no religiosa) tendrían también el poder de producir determinados efectos en el individuo dentro de un grupo, pero no llegarían a alcanzar esta capacidad para fomentar el vínculo social. La diferencia se hallaría sobre todo en un factor específico: “lo sagrado”.

  Veamos cómo lo explicaba el gran clásico de la antropología de hace más de cien años, Emile Durkheim:

Para Durkheim, la esencia de la religión era una distinción entre lo sagrado y lo profano (…) Durkheim interpretaba la religión como una adaptación que capacita a los grupos humanos para funcionar como unidades armoniosas y coordinadas. 

  Para distinguir entre “lo sagrado” y "lo profano”  a efectos del funcionamiento de un “sistema unificador” dado, podemos recurrir al ejemplo de un rey de la Antigüedad que pretendiera desarrollar diversas estrategias unificadoras: unas serían religiosas y otras no, pero todas tendrían el mismo fin de favorecer el bien común.

Las supersticiones, mitos y dioses (…) están íntimamente relacionados con asuntos de una suprema importancia práctica [como] compartir la comida. (…) El grupo está unido por un sistema de creencias y prácticas que es esencialmente moral

  Se trata, pues, de fomentar creencias de tipo moral, pero el rey puede elegir entre que estas creencias se proclamen y difundan mediante un sistema “sagrado” o bien mediante un sistema “profano”. ¿Cuál es la diferencia?

  Aquí tenemos una posible respuesta:

Muchos de los mecanismos que guían la evolución cultural tienen lugar por debajo del nivel de la consciencia (…) Esto quiere decir que las culturas pueden evolucionar para ser hábiles de formas que son invisibles a sus propios miembros.

  "Lo sagrado” es aquello que a nivel moral y simbólico nos impacta emocionalmente en el sentido de aprobación o rechazo, y que por tanto más fácilmente arraiga en el inconsciente. La idea de "lo sagrado” parece que es una adaptación de la emoción animal de la repugnancia física (la función original habría sido evitar la ingestión de sustancias tóxicas).

    El rey puede dictar normas profanas por el bien común… aunque sabe que las normas son fácilmente violadas de acuerdo con la conveniencia egoísta de cada uno; sin embargo, si opta por establecer algo como “sagrado” (asociado, por tanto, a sentimientos de repugnancia y asco arraigados en el subconsciente) esto se hace mucho más ineludible y por lo tanto las normas morales se harán más efectivas porque al rigor de las autoridades en hacer cumplir las normas morales se suma ahora el autocontrol del mismo individuo que experimenta una subjetiva reverencia ante los valores sagrados y la equivalente repugnancia a obrar contra ellos.

   En la Antigüedad no era lo mismo obedecer al jefe de la tribu (que podía estar respaldado o no por los chamanes) que obedecer al Faraón de Egipto, que era Rey y era Dios, y que, por tanto, resultaba “sagrado” él mismo.

  Se trata, pues, de una especie de truco psicológico que la humanidad ha manejado y perfeccionado desde tiempos ancestrales. Hoy en día también sigue sin ser lo mismo obedecer las reglas referentes al tráfico urbano de vehículos que obedecer las reglas que se refieren a los derechos humanos que son proclamadas solemnemente y cuya infracción nos produce un rechazo automático. Los islamistas gustan de comparar el efecto que en los creyentes musulmanes hacen las blasfemias contra el profeta Mahoma al efecto que en los ciudadanos europeos hacen las burlas al Holocausto judío. Estas bromas referidas a la matanza de seis millones de inocentes nos resultan repugnantes… es decir, producen asco: uno de los síntomas más notorios referidos a "lo sagrado”.

Los sistemas morales requieren mecanismos psicológicos innatos y (…) ellos pueden evolucionar rápidamente mediante evolución cultural

Moralidad: conformidad a las reglas de la conducta correcta (…) Los comportamientos que cuentan como conducta correcta no son determinados genéticamente sino que dependen de procesos culturales y psicológicos con final abierto.

  Otro ejemplo típico de la diferencia entre establecer normas meramente cívicas y establecer normas sagradas es el del caso del delincuente antisocial que recibe aleccionamiento cívico –“profano”- a cargo de educadores y psicólogos especializados: se le expone racionalmente la inconveniencia de la conducta antisocial y las consecuencias legales de los actos antisociales… pero los resultados suelen ser escasos. Al lado de esta evidencia tenemos la otra evidencia de las frecuentes conversiones religiosas de los delincuentes antisociales que acaban transformados en devotos seguidores evangélicos o fundamentalistas islámicos, con lo cual suele cesar automáticamente su comportamiento antisocial. Solemos llamarlo “lavado de cerebro”, pero se trata, de nuevo, de la inculcación de “lo sagrado” en sus mentes: el poder de lo emocional, que se arraiga en el subconsciente y que rebasa el poder de lo racional.

  Es algo poderoso y parece útil, tanto para bien como para mal, ¿cuánto sabemos acerca de su mecánica psicológica? Al fin y al cabo, para que una norma adquiera carácter de “sagrada” no basta con que una autoridad la proclame como tal…  Hace falta un cierto proceso psicológico que actúa tanto a nivel del individuo como a nivel cultural en toda la sociedad.

  Las creencias sagradas se originan en el “mundo de la espiritualidad”, un ámbito próximo a las emociones y el inconsciente.

La espiritualidad es en parte un sentimiento de estar conectados a algo más grande que uno mismo. La religión es en parte una colección de creencias y prácticas que parten de la espiritualidad.

   El individuo ha de sensibilizarse primero en un sentido espiritual para que pueda aceptar normas sagradas.

   Una forma de alcanzar esta sensibilización es mediante un adiestramiento perceptivo. El sentimiento de “trascendencia”, equivalente a la “espiritualidad”, muchos lo relacionamos con las emociones que se derivan de la vida artística, y aquí, a su vez, entra el factor clave del simbolismo religioso: la capacidad de transmitir grandes unidades de información mediante signos, que pueden ser iconos (meras imágenes que adquieren significado al asignárselo otras estrategias religiosas), representaciones artísticas (imágenes trascendentes con independencia de que después se les asigne valor religioso) o meros conceptos expresados en palabras (que adquieren significado trascendente a través de la doctrina o la historia mítica).

Estamos cerca del núcleo de la religión cuando hablamos de símbolos sagrados. 

Los símbolos sagrados exigen respeto; dictan el comportamiento. Considerar algo como sagrado es subordinarse a ello, obedecer sus exigencias. En contraste, considerar algo como profano es subordinarlo a uno mismo, usarlo para los propósitos de uno solo. Los símbolos sagrados organizan el comportamiento de la gente que los consideran sagrados.

  (Remarquemos lo que se afirma de que "lo profano” se usa para los propósitos de uno solo: las normas cívicas -profanas- se proclaman para el bien común, pero se pretende que el individuo las acepte por su propia conveniencia. Así nunca funciona el autocontrol, como veremos más adelante al abordar la cuestión del engaño dentro del grupo)

   Otra forma de alcanzar la sensibilización de “lo sagrado” es mediante la obtención de gratificaciones emocionales dentro de una comunidad espiritual e ideológicamente organizada. Recordemos cómo se suele relacionar la comunidad de creyentes con la comunidad humana más estrechamente vinculada de todas, la familia. Es lógico que el individuo se muestre en extremo sensible a las gratificaciones afectivas dentro de la comunidad:

Obtienen beneficios psíquicos que son considerados tan importantes como los beneficios materiales, incluyendo apoyo emocional, sentido de pertenencia y respeto

La selección natural ha dotado a los individuos con un mecanismo psicológico que les incita a unirse a grupos, lo cual ellos experimentan como un cálido sentimiento de amistad. No diríamos que “el individuo se une al grupo porque sobrevive mejor y porque recibe un cálido sentimiento de amistad”, [sino que] en términos próximos el individuo se une a los grupos solo a causa del cálido sentimiento de amistad, mientras que en términos últimos lo hace solo porque se favorece la supervivencia. La distinción próximo/último es una de las más fundamentales que puede hacerse en la teoría evolutiva y debe ser tenida en cuenta cuando se piensa en la religión

  Los miembros de las comunidades religiosas suelen negar el atractivo de las gratificaciones afectivas que obtienen dentro de su red social. Siempre aluden a la búsqueda de la fe, la salvación, la iluminación: una experiencia solitaria del individuo autónomo. Pero esta mentirijilla (o autoengaño) se asemeja al caso del que bebe alcohol y niega que sea por los efectos embriagadores que produce, asegurando que lo hace por el sabor grato de la bebida…

   Tenemos entonces alguna certeza acerca de lo que caracteriza a la religión: creencias en un orden moral interiorizadas en la mente del individuo (lo que permite el autocontrol) gracias a la experiencia espiritual (emocional) propia de “lo sagrado” (simbolismo trascendente) y que repercuten en la construcción de una red social que proporciona gratificaciones de tipo afectivo (estas gratificaciones afectivas también pueden considerarse como experiencias espirituales).

  El resultado, en cualquier caso, parece apuntar a la mejora efectiva de una sociedad humana cada vez más compleja y cooperativa formada por individuos que siempre se sentirán acosados por sus propios instintos antisociales. La aspiración máxima hoy, se exprese en ideales religiosos o en la tradición humanista laica, es alcanzar una moralidad universal implementada por el autocontrol de los individuos.

Quizá la hermandad universal pueda ser alcanzada por una religión u otra organización social pero ése es un desafío para el futuro.

  Eso en lo que respecta al futuro, pero si consideramos que el origen de la religión es mejorar la convivencia, conviene entonces que averigüemos cuál pudo ser el pasado de la religión prehistórica, mucho antes de las complejas religiones doctrinales surgidas en la Antigüedad clásica… Cómo y por qué comenzaron a reunirse todos los elementos que acabarían dando lugar a la experiencia religiosa.

  Ante todo, consideremos la problemática de la “selección de grupo”:

Las religiones son bien conocidas por su moralidad intragrupal y su hostilidad extragrupal

  El concepto de “selección de grupo” se refiere a uno de los criterios a los que recurren los científicos sociales para explicar la evolución prosocial dentro de los grupos formados por seres vivos.  Todos los grupos compiten por los recursos del entorno, y solo los grupos más eficientes son seleccionados, igual que sucede a nivel de individuos… La “selección de grupo” podría explicar cualquier mejora dentro del grupo, ya que todo lo que haga al grupo más armonioso (y por tanto más eficiente) le permitirá competir con mayor éxito frente a los grupos rivales. Algunos consideran paradójico que una comunidad gane en armonía y mutuo altruismo (el mutuo altruismo es siempre el mejor medio para alcanzar la armonía dentro de un grupo social) a fin de desarrollar también con más eficiencia la hostilidad a los extranjeros: es decir, practicar el amor mutuo dentro del grupo a fin de poder descargar nuestro odio al extranjero con mayor contundencia. Con ser esta situación verosímil en la época prehistórica, este resto de hostilidad intuitiva se ha demostrado en la historia moderna que resulta bastante plástico y culturalmente manipulable.

   En cualquier caso, sabemos que nuestros antepasados vivieron durante decenas de miles de años dentro de pequeñas bandas de cazadores-recolectores (entre cien y ciento cincuenta individuos, como máximo), y sabemos que estos grupos competían por los recursos, muchas veces violentamente. Para fortalecerse, mientras más cooperación hubiese entre los individuos, mejor preparados estarían, como grupo, para enfrentarse y prevalecer ante los desafíos del entorno… incluido el de la hostilidad de los otros grupos humanos. Y para que el grupo mejorase gracias a la cooperación mutua entre todos los que lo integran era preciso fomentar en alguna medida la moralidad y el altruismo.

Un comportamiento es egoísta cuando incrementa la adaptación del actor, relativo a los otros miembros del grupo. Un comportamiento es altruista cuando incrementa la adaptación del grupo, relativo a los otros grupos, y decrece la relativa adaptación del actor dentro del grupo. 

Si deseamos explicar las bandadas de pájaros como unidades adaptativas, no solo debemos demostrar un proceso de selección entre grupos, sino también debemos mostrar que opera más fuertemente que el proceso opuesto de selección dentro del grupo. 

  “Selección dentro del grupo” equivale a “egoísmo”… El individuo que obtenga más ventajas con menos esfuerzo tendrá más posibilidades de prosperar y con ello tener descendencia y que sus propias características se perpetúen (“éxito reproductivo”). Si el individuo vive dentro de un grupo, su beneficio particular puede obtenerse en perjuicio de otros individuos… y también en perjuicio del grupo en su conjunto.

   Hay, por lo tanto, una tensión constante entre ambos tipos de selección (de grupo e individual). Por eso David Sloan Wilson habla de “selección multinivel”

El término selección multinivel expresa la posibilidad de que  la selección natural puede operar a más de un nivel de la jerarquía biológica.

La selección de grupo puede producir rasgos altruistas, pero deben ser excepcionalmente fuertes para oponerse a la desventaja selectiva del altruismo dentro de los grupos.

  Esto sucedía en la época en que los recursos estaban limitados, en los que las bandas de “Homo Sapiens” apenas si podían sobrevivir y para ello habían de disputar los recursos a las otras bandas… y dentro de cada banda, cada individuo disputaba con los demás en la medida de lo posible. La precariedad forzaba tanto al egoísmo dentro del grupo como a la hostilidad entre grupos. El altruismo también tenía su lugar dentro del grupo, desde luego, pero sus posibilidades de desarrollo eran limitadas.

   Cuando se descubre la agricultura, la humanidad por primera vez dispone de excedentes, de riqueza. ¿Qué beneficio produce entonces la forma de vida de enfrentamiento constante entre grupos y entre individuos (selección dentro del grupo)? Ninguno, puesto que la escasez de recursos ya no existe.

   Ésa es la situación en la que nos encontramos a partir del proceso histórico: los seres humanos nos hemos convertido ahora en nuestro mayor enemigo. El medio natural ha quedado dominado, la riqueza nos rodea por todas partes… y seguimos viviendo en la angustia y la precariedad debido a que nos atenazan los instintos egoístas y  agresivos que nuestros antepasados (humanos y prehumanos) nos legaron.

  La religión, pues, podría no ser ninguna tontería (un sub-producto parasitario, como opinan algunos, según hemos visto) sino una solución desarrollada a lo largo de la evolución de las culturas en el sentido de promover el altruismo no solo dentro del grupo, sino también entre grupos, buscando expandir cada vez más el ámbito de la acción prosocial (aunque gustemos de mostrar pesimismo al respecto de los avances sociales en la Antigüedad, los registros etnográficos parecen demostrar que la convivencia es mucho más armoniosa y menos violenta en los tiempos históricos que en la prehistoria de los cazadores-recolectores, y que lo es cada vez más a medida que el registro histórico avanza a lo largo del tiempo hasta el presente).

  En un principio, los mitos religiosos proporcionaron enseñanzas que todavía son valiosas (aunque ya no las expresemos mediante historias míticas). Y de los mitos se pasó a las doctrinas y a la predicación de los “maestros de la sabiduría”: Zoroastro habló de que dentro del ser humano luchan el bien (nuestros instintos altruistas, prosociales) y el mal (nuestros instintos agresivos y egoístas, antisociales); los judíos hablaban de un “pecado original” con el que todos nacemos (nuestra maldita herencia genética procedente de la época de la precariedad…)

La evolución es un proceso notoriamente embrollado que desafía explicaciones únicas. Nada es perfectamente adaptativo o un producto de un solo nivel de selección.

La selección de grupo explica la esencia de la religión de una manera que otras hipótesis no logran

Por su misma naturaleza, la moralidad altera el equilibrio entre los niveles de selección a favor de la selección de grupo.

El ideal del modelo de la selección de grupo elimina completamente la selección dentro del grupo

  No es nada fácil producir individuos altruistas, por mucho que racionalmente sepamos que eso es lo mejor para el grupo y, en consecuencia, también para cada uno de los que formamos parte de él…

El altruismo es psicológicamente paradójico. Aquellos que se preocupan menos de sí mismos prosperan más, ya que ellos viven entre individuos de mentalidad parecida.

  … pero subrayemos que nuestro impulso primario sigue siendo el de la “selección individual”: buscamos nuestro propio beneficio y tratamos de ser lo menos altruistas posible. Incluso el altruista, si bien puede renunciar a determinados bienes materiales (incluso arriesgar la propia supervivencia), también suele obtener bienes de otro tipo (emocionales, afectivos) a cambio de un comportamiento desprendido.

  Todos los “sistemas unificadores” tratan de promover el comportamiento altruista y la moralidad (respeto a las normas por el bien común) pero solo la religión, como hemos visto, utiliza el recurso de la interiorización emocional de la fe en lo sagrado a fin de alcanzar el autocontrol.

  El sistema religioso, al fomentar el autocontrol de forma semejante a un instinto (el efecto de "lo sagrado"), es, por tanto, el mejor “sistema unificador” de todos. Un comportamiento totalmente altruista lo asociamos con la idea de “santidad” y lanzaría a la humanidad hasta niveles de cooperación eficiente inimaginables.  Sin embargo, alcanzar este nivel sigue siéndonos imposible, de momento. En la práctica, la vida social no puede bastarse con el autocontrol de origen religioso. No contamos con “suficiente religión” para conseguirlo y tenemos que combinar todo tipo de recursos sociopsicológicos…

Los grupos humanos consiguen su organización funcional no del todo mediante el autocontrol (aunque este puede ser un factor importante) sino por vigilancia mutua y control social

Las teorías evolutivas de altruismo y cooperación se centran casi exclusivamente en el problema del engaño

La única razón por la cual el desprendimiento podría parecer como poco razonable es el problema de los tramposos.

  Por una parte, las reglas morales requieren de algo más que de racionalidad, porque tan racional es cumplir mi parte del trato con mi esfuerzo como engañar con un esfuerzo menor, ya que nunca tendremos ninguna seguridad de que una persona racional vaya a cumplir su palabra (dependiendo de las circunstancias, tan racional es cumplir como hacer trampa), pero, por otra parte, el sistema religioso de autocontrol es tan complejo de llevar a cabo (experiencias espirituales, creaciones simbólicas, vida comunitaria, organización ideológica y doctrinal…) que la humanidad ha tenido que hacer uso de otro tipo de recursos, aparte del de la religión, para prevenir el problema esencial del engaño dentro del grupo…

Construir un sistema simbólico diseñado para motivar la acción es una tarea cognitiva sustancialmente diferente de la de ganar un conocimiento factual exacto del entorno físico y social

Muchos sistemas motivadores son posibles, y no todos ellos deben incluir un glorioso más allá o siquiera agentes sobrenaturales (Durkheim definió religión en términos de lo sagrado y lo profano, no de agentes sobrenaturales). Cuando falta la creencia en la gloria del más allá, habrá otros elementos motivadores que tomen su lugar

  ¿Esta estructura de creencias “en lo sagrado” interiorizadas mediante estrategias psicológicas (experiencias espirituales) que hacen uso del lenguaje simbólico seguirán siendo útiles en el futuro?, ¿y si resultara conveniente incluso ampliar nuestro vocabulario simbólico, alcanzar más altos niveles de autocontrol basados en la interiorización de una moralidad “sagrada” mediante nuevos recursos propios de nuestra cultura científica y racional?

  Es decir, ¿seguiremos necesitando religiones?, ¿podemos todavía desarrollar mejor los mecanismos religiosos para alcanzar mayores cotas de autocontrol sobre nuestros instintos antisociales?

Un propósito de este libro es argumentar que la evolución cultural es un proceso en marcha capaz de descubrir nuevas y genuinas soluciones, incluso a partir de elementos antiguos. Cuando se trata de evolución, el hecho de que algo no haya sucedido antes es un pobre argumento de que no pueda suceder en el futuro.

  David Sloan Wilson compara la complejidad de las evoluciones culturales humanas (entre ellas, las religiones y demás “sistemas unificadores”) a la conjunción de elementos simples en estructuras funcionales unificadas, como bloques de construcción o notas musicales que dan lugar a catedrales o sinfonías. Apenas hemos apuntado algunos de los elementos más notables, como la simbología sagrada, los sistemas emocionales de control del comportamiento, las gratificaciones afectivas o las redes sociales. Las combinaciones parecen infinitas.

¿Puede alguien probar que la evolución cultural ha cumplido ya su recorrido?, ¿que todas las sinfonías han sido compuestas y todas las estructuras construidas?

2 comentarios:

  1. "Primero se debieran analizar con cuidado los textos que se consideran sagrados, como la Biblia,y ubicarlos dentro del tiempo histórico del cual proceden."

    Eso es lo que hacen los estudiosos. Y eso es muy útil, porque las personas de hace dos mil años eran como nosotros, solo cambiaba el contexto cultural. Antes todo era "espiritualidad", ahora tenemos la modesta pero impecable honestidad de la ciencia.

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    1. A juzgar por ese artefacto que conocemos como Anticitera,al que se le atribuyen al menos unos 2 milenios de antigüedad, pareciera que también en esa época había Ciencia,lo cual no es de extrañar, porque tanto la Ciencia como el Arte proceden de la misma Inteligencia Divina, a la cual todos los seres estamos unidos.

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