Lo que la escritora Julia Galef llama “mentalidad del explorador” ("scout mindset") es desarrollar estrategias cognitivas de control de los sesgos. Es decir, pensar de forma lógica, evaluativa y ecuánime.
¿Cómo saber si tu propio razonamiento es tendencioso? No basta con preguntarse: «¿Estoy siendo parcial?». (Introducción)
Le he puesto nombre. La he denominado mentalidad de explorador, es decir, el deseo de ver las cosas tal como son y no como nos gustaría que fueran. La mentalidad de explorador es lo que te permite reconocer que te equivocas, buscar tus puntos ciegos, poner en duda tus afirmaciones y cambiar de idea. Es lo que te lleva a hacerte preguntas del tipo «¿tuve yo la culpa de esa discusión?» o «¿vale la pena correr este riesgo?» o «¿cómo reaccionaría yo si alguien de otro partido político hiciera lo mismo?». (Introducción)
Puesto que el pensamiento sesgado o tendencioso está casi siempre relacionado con la propia situación personal, una de las estrategias más válidas es la de los experimentos mentales. Por ejemplo, una mujer que se enfrenta al dilema vital de si quiere afrontar o no la maternidad.
«Supongamos que solo el 30 % de las personas quieren tener hijos. En ese caso, ¿me gustaría ser madre?». Se dio cuenta de que, en tal caso, la idea de tener hijos le parecía mucho menos atractiva. Llegó a la conclusión de que la maternidad no era para ella tan importante como creía. (Capítulo 5)
Nuestra organización cognitiva no es tan lógica ni tan racional como debería. Estamos sujetos a las supersticiones de la tradición, a las tendencias de condicionamiento social, a nuestras ansiedades inmediatas.
Por ejemplo, vivimos en una sociedad competitiva donde es vital mantener prestigio y estatus. Por lo tanto, no nos parece nada conveniente mostrar inseguridad, reconociendo los errores cometidos o nuestro desconocimiento.
Las recompensas a corto plazo nos predisponen a renunciar al discernimiento. (Capítulo 3)
Recompensas a corto plazo como jactarnos de un conocimiento que no tenemos, o de una seguridad que no tenemos.
La conveniencia, la autoestima y la disposición de ánimo son beneficios «emocionales» en el sentido de que el objetivo final de nuestro engaño somos nosotros mismos. (Capítulo 2)
Siempre se ha pretendido que se actúa rectamente, que se juzga de acuerdo con la razón y que se ven las cosas tal como muestra la incontestable evidencia. Nadie reconoce ser parcial. Por lo tanto, la primera tarea que hay que hacer es reconocer nuestra tendenciosidad en sentido contrario.
Uno de estos casos es nuestro empeño en fingir más seguridad de la que en verdad se tiene (lo que supone un engaño para los demás), así como el no reconocer los propios errores.
¿Qué ocurre si cambiamos de idea? Eso sería como rendirse. (Capítulo 1)
Una visión lúcida es reconocer que, si es posible, optemos por estrategias indirectas. Es decir, en lugar de decir que nos hemos equivocado, podemos decir que “reevaluamos la situación”.
En vez de «reconocer un error” (…) «actualizarse». Es una referencia a la actualización bayesiana, un término procedente de la teoría de la probabilidad para designar la forma correcta de ajustar una probabilidad tras obtener nueva información. (…) Si al menos empiezas a pensar en «actualizar» en vez de en «reconocer que estabas equivocado», descubrirás que eso facilita mucho el proceso (…) Descubrir que estabas equivocado es una actualización, no un fracaso (Capítulo 10)
O, por ejemplo, que podemos comunicar seguridad sin necesidad de engañarnos a nosotros mismos.
Para dar una impresión de aptitud y seguridad, tus opiniones no tienen por qué ser categóricas. La gente no se fija en la confianza epistémica, sino más bien en la actitud, el lenguaje corporal, el tono de voz y otros aspectos de la confianza social que puedes cultivar sin sacrificar tu calibración. (…) Hay muchas formas de entusiasmar a la gente que no te obligan a mentir, ni a ti mismo ni a los demás. (Capítulo 9)
Y qué decir de las tendencias identitarias, sea porque nos identificamos con nuestras afirmaciones primeras (nunca dar un paso atrás) o sea porque respaldamos a nuestro grupo… haga lo que haga… diga lo que diga…
Las creencias se transforman en identidades cuando nos sentimos acosados por un mundo hostil (Capítulo 13)
[La] identidad oposicional (…) es (…) una identidad determinada por aquello a lo que se opone (Capítulo 13)
En general, el mero voluntarismo de hacer las cosas bien en lugar de hacerlas mal no es una buena psicología. Los buenos propósitos se sostienen peor que las estrategias hábiles.
A cada persona le funciona una estrategia diferente. Un amigo mío aguanta las críticas duras mostrándose agradecido a quien se las hace. Yo, en cambio, prefiero pensar en lo mucho mejor que me voy a sentir si consigo encajar una crítica. (Capítulo 7)
Visualizar los efectos positivos de razonar de forma ecuánime es una buena estrategia en general.
La mentalidad de explorador ofrece numerosas recompensas emocionales. Es alentador comprobar que somos capaces de resistir la tentación de engañarnos a nosotros mismos y saber que podemos afrontar la realidad incluso cuando esta es desagradable. (Introducción)
Si tuviera que escoger una sola cualidad, me quedaría con la honradez intelectual: el deseo de que la verdad triunfe por encima de todo (Capítulo 15)
He intentado transmitir no solo por qué es útil la mentalidad de explorador, sino también por qué les resulta apasionante, valiosa e inspiradora a tantas personas. (Capítulo 15)
¿Y a nivel de diversas culturas? ¿Hay culturas del realismo, la humildad y la sensatez? Algunos antropólogos aseguran que en los pueblos primitivos hay mucha dificultad para transmitir conocimientos… porque nadie quiere empezar por reconocerse ignorante. Aquí Sócrates tomaba la actitud correcta, y de ahí que se convirtiera en el arquetipo del filósofo.
Muchos de los problemas de sesgo pueden tener orígenes parecidos. Culturas que fomentan el amor propio, donde se es demasiado dependiente de la opinión de la comunidad, que son en extremo competitivas o agresivas, dificultan la necesaria independencia del pensamiento.
La mejor regla entonces para conseguir actitudes racionales sería fomentar cierto puritanismo moral, un estilo de comportamiento basado en el reconocimiento de la debilidad humana y de la necesidad que existe de tener en cuenta las opiniones ajenas.
Estar dispuesto a decir «me equivoqué» es un síntoma de que para uno la verdad está por encima del ego. (Capítulo 4)
Escuchar opiniones con las que no estás de acuerdo e intentar cambiar la propia requiere un esfuerzo mental, un esfuerzo emocional y, sobre todo, paciencia. Tienes que estar dispuesto a decirte a ti mismo: «Parece que esta persona está equivocada, pero a lo mejor es que yo no entiendo lo que quiere decir. Lo comprobaré» o «Sigo sin estar de acuerdo, pero a lo mejor con el tiempo empiezo a ver ejemplos de lo que asegura». (Capítulo 12)
En el fondo, estamos en la ética de la virtud y sus inevitables consecuencias de confianza para la cooperación social efectiva. Pero fomentar la virtud raramente tiene éxito mediante la mera prédica o el sermoneo, igual que sucede en general con apelar a la “fuerza de voluntad”. Fomentar la virtud requiere alimentar de alguna forma las satisfacciones y las recompensas que tiene el mantenimiento de un buen juicio a modo de motivación. Cuando Sócrates fue reconocido como el primer filósofo y Newton como el primer científico, la sociedad mejoró mucho las condiciones para el desarrollo de una mentalidad por el estilo de la “del explorador”. Todos querían seguir el ejemplo de quienes habían sido reconocidos como grandes hombres.
Lectura de “La mentalidad del explorador” en Editorial Planeta S.A. 2023; traducción de Fernando Borrajo