El manual sobre psicología de la religión de Ralph W. Hood, Peter C. Hill y Bernard Spilka tiene el inevitable defecto de tratar de ser puntillosamente conciliador entre diversas teorías y evaluaciones acerca de un fenómeno tan complejo como es la religión. Además, se centra casi del todo en las concepciones religiosas norteamericanas contemporáneas y excluye, lo que es gravísimo, el fenómeno moderno de las llamadas “religiones políticas” que estuvieron vigentes en los países del bloque soviético y todavía lo están en unos pocos estados. También hay otras ausencias como, en el importante apartado acerca de las conversiones religiosas, los notables casos de “renacimiento espiritual” de algunas personas de marcada trayectoria antisocial (delincuentes presos) que, tras el cambio, pasan a comportarse según pautas de conducta claramente prosociales.
Estas manifestaciones en particular del fenómeno religioso bien merecen un estudio que todavía parece que no ha llegado. Con todo, es mucho también de lo que estos autores sí pueden informarnos.
Nuestro papel es la búsqueda en mente, sociedad y cultura acerca de la naturaleza del comportamiento y pensamiento religiosos. El contexto sociocultural es el fundamento externo de las creencias, actitudes, valores, comportamiento y experiencia religiosos. De nuevo, el punto psicológico esencial aquí es que los psicólogos de la religión no estudian la religión per se; estudian a la gente en relación con la fe y examinan cómo esta fe puede influenciar otras facetas de sus vidas
¿Y qué es la religión? Si lo que nos interesa es cómo la fe puede influenciar otras facetas de la vida tenemos que considerar la religión en base a sus efectos, es decir, el conjunto de características de la religión que es responsable de tales efectos. Vemos entonces que la religión, esencialmente, es una ideología, una visión general del mundo que es aceptada emocionalmente por el individuo en un contexto social dado. Y que la necesidad de religión obedece a que el intelecto humano sitúa a este individuo en una situación de inevitable incertidumbre ante su destino.
La gente detesta depender de la suerte. El destino y la suerte son pobres referentes para la comprensión, pero la religión en todas sus posibles manifestaciones puede llenar el vacío de la falta de significado admirablemente
Desde este punto de vista, la religión es una consecuencia inevitable de la psique humana pero ¿proporciona algún beneficio a la vida en sociedad? ¿Es algo que fomenta la prosocialidad o más bien un estorbo en el avance de la civilización?
Algunos autores están inclinados a concluir que a la luz de la investigación relevante, la religión debe causar una salud mental mejorada, disminuye las perversiones [e] incrementa el comportamiento prosocial. (…) Esto es de hecho plausible, pero uno debe considerar también otras posibilidades causales
Los posibles beneficios se hacen más notorios cuando se da la conversión del estado no religioso al religioso
Los efectos benéficos y terapéuticos de la conversión han sido celebrados durante milenios. (…) La transformación espiritual puede crear cambios en los sistemas de significado que den lugar a un estado afectivo positivo mediante un nuevo o renovado sentido de propósito, valor, eficacia y propia estima.
Un creciente número de investigaciones sugiere que existe alguna conexión entre religión y comportamiento de ayuda. Sin embargo, la relación es compleja e implica muchas cualificaciones
Podemos tener dificultad de encontrar el sentido de una situación o ser incapaces de dominarla. La religión es una forma de que estas necesidades sean cubiertas, y la prevalencia mundial de la religión podría justificarse en parte debido al éxito de la fe en alcanzar estos fines
El análisis a partir de la filiación religiosa de los ciudadanos norteamericanos que ocupa mayoritariamente este estudio hace verlo de esta forma. La estadística es la estadística. Aunque es cierto que las naciones del mundo más prósperas y próximas al ideal humanista se caracterizan por porcentajes de ateísmo de los más altos, también es un hecho el que las prácticas religiosas se relaciona también con mejores datos con respecto a quienes no las siguen: no todos los ateos o indiferentes a la religión lo son debido a su elevado nivel cultural.
En general, podríamos aventurarnos a convenir que la religión ha sido un importante factor de avance social a lo largo de todo el proceso civilizatorio, que no ha sido un “parásito”, como algunos pensadores han escrito.
Se puede argumentar que el ritual y oración religiosos son mecanismos para aumentar el sentido de autocontrol y de control sobre el mundo propio
Desde el punto de vista de sociobiología o psicología evolutiva:
Según E. O. Wilson, la religión suprime los intereses propios del individuo a favor de los grupos en los que el individuo se integra.
Extensos estudios han hallado que la presencia de creencias y actitudes religiosas son los mejores predictores de satisfacción en la vida y de un sentido de bienestar
En un estudio de más de 3000 niños y adolescentes, los clérigos fueron clasificados como más fiables que los padres, sugiriendo el potencial de los sacerdotes como modelos positivos
La función “normativa” de la religion [es] la noción de que una religión proporciona un grupo de referencia que prescribe [por ejemplo] qué actitud debería ser la de cada uno hacia el alcohol u otras sustancias (…) La función “integrativa” de la religión [es] la noción de que el grupo religioso proporciona a un individuo un sentido de aceptación, y que tal apoyo social disminuye la dependencia en otros mecanismos de reducción de ansiedad, tal como [por ejemplo] el uso de alcohol o drogas.
No puede ser casualidad que las naciones más desarrolladas del mundo (donde hay más riqueza, más igualdad, mayor nivel educativo y menos criminalidad) coinciden en que, previo a su ateísmo creciente hoy, su población profesaba en esencia la misma religión, el cristianismo reformado (o “protestantismo”). Esta religión surgió evolutivamente a partir de formulaciones religiosas anteriores: el catolicismo antes que el protestantismo, el cristianismo greco-latino anterior al catolicismo y, confluyendo hasta este cristianismo greco-latino inicial, el judaísmo de la diáspora del Imperio Romano Oriental (Jesús, Pablo y Filón, por ejemplo) y la filosofía helenística de mayor alcance ético, el estoicismo. Parecen escuelas de pensamiento, de filosofía ética práctica. En suma, escuelas de sabiduría o espiritualidad…
Espiritualidad implica las creencias de una persona, valores y comportamiento, mientras que la religiosidad denota la implicación de la persona con una tradición e institución religiosa
La individualidad asociada con la espiritualidad no es un narcisismo egoísta centrado en el yo, sino más bien una búsqueda de la autorrealización que incluye aceptación y preocupación por los otros sin una necesidad de imponer un solo conjunto consistente de creencias para encuadrar la propia espiritualidad.
Si una orientación de religion interiorizada refleja una cristalización integrada del propio esfuerzo para enfrentar las complejidades de la vida, la religiosidad puede ser determinante de la sabiduría.
Es razonable pensar que hoy la religión debería ser ya innecesaria. Los individuos más prosociales, aquellos cuya conducta más ayuda al desarrollo social, coinciden hoy sobre todo en su nivel educativo (lectura de libros, capacitación profesional, familiarización con las artes, dominio de la tecnología…) y no tanto en la religión. En general, los individuos más prosociales suelen ser ateos en tanto que son racionalistas y materialistas (¿aunque podrían no dejar también de ser “espirituales”?). Sin embargo, no parece que la mera promoción del ateísmo ayude a la prosocialidad, y un buen ejemplo de ello es cómo se promovió el ateísmo en las dictaduras marxistas. Todavía hoy muchas de aquellas naciones, ya democratizadas, siguen siendo la excepción estadística entre ateísmo y desarrollo humanista (siguen siendo de las sociedades más ateas… pero no coincide con la mayor prosperidad, la mayor igualdad social, la menor violencia o el nivel educativo más alto).
Quizá por eso sería inteligente tratar de identificar cuáles son las características psicológicas propias del pensamiento religioso o espiritual que han contribuido a la prosocialidad y cuáles las que no.
Consideremos los factores de conversión, los que permiten cambiar en poco tiempo las pautas de conducta de un individuo tras la asimilación de una doctrina religiosa que incluya un mensaje social y moral.
Mientras que la investigación clásica sobre la conversión se centraba en lo que sucede a los conversos pasivos, la investigación contemporánea se centra en lo que hacen activamente los conversos para dar lugar a su conversión. Por ejemplo (…) se ha enfatizado cómo los individuos deben aprender a actuar como conversos al llevar a cabo determinados roles prescritos que se esperan de la gente que ha sido convertida. Así, el cambio de comportamiento sucede antes de que un individuo internalice las creencias y percepciones característicos del converso.
El cambio de comportamiento, pues, podría no tener que ver directamente con las creencias…
Otro elemento religioso importante: la aparición de subculturas como motores de cambio social en el conjunto de la sociedad convencional.
Una secta [no en el sentido peyorativo de “secta destructiva” o “culto”, según la terminología anglosajona] es una subcultura religiosa por definición. Las sectas son en general vistas como tolerables formas de desviación religiosa, creadas cuando los grupos religiosos difieren significativamente de su cultura huésped en valores destacados (…) Los “cultos” son inherentemente movimientos religiosos de protesta. Por otra parte, los “cultos” carecen de ataduras previas con los cuerpos religiosos y tienden a emerger “ex novo”. (…) Las sectas son formas aceptables de desviación subcultural, y los “cultos” son formas de desviación religiosa más problemática que desencadena represalias culturales
Esta importante diferenciación –sectas o “cultos”- parte del conflicto con el mundo de lo convencional, pero en ambos casos de lo que se trata es de la evolución del pensamiento ético y social aplicado a grupos que pueden o no acabar influenciando la sociedad hasta dominarla. Tanto la conversión como el fenómeno sectario son expresión de tales cambios, mecanismos psicológicos también presentes en otros fenómenos sociales, como movimientos políticos o ideológicos que también implican cambios de comportamiento para los individuos que participan en ellos.
Por otra parte, es preciso admitir los peligros de la religión como en cualquier otra ideología de grupo:
El prejuicio contra los grupos religiosos ajenos es persistente (…) Las relaciones religiosas intragrupo no son diferentes de otras formas de relación intragrupal y por una variedad de razones, las identificaciones de grupo pueden generar antagonismo intergrupal.
Interesantemente, las personas que se identifican a sí mismas como ateas o no creyentes no muestran el mismo grado de persistencia de negatividad extragrupal hacia grupos religiosos
Esto último tampoco es por desgracia cierto en todos los casos. Desde el Terror de la Revolución francesa no han faltado movimientos ateos muy hostiles hacia los grupos religiosos. Los autores del libro parecen referirse más bien a los resultados de algunas encuestas en los Estados Unidos de hoy… y en este caso en particular hay que señalar de nuevo que las personas ateas o no creyentes suelen ser también las personas de más alto nivel educativo.
Finalmente, lo más grave en este libro es que se obvie el peligro de irracionalismo propio de toda creencia conectada con unas supuestas vivencias sobrenaturales.
Por un lado se menciona el “sacrificio del intelecto”
Comúnmente, los grupos y doctrinas religiosos ofrecen a sus miembros significados que hacen la vida soportable, pero a un coste –propiamente, un sacrificio del intelecto (…) Asuntos complejos son con frecuencia simplificados en una dicotomía del bien contra el mal. A las cuestiones difíciles e intrincadas se les niega el intento de comprensión con referencia a clichés tales como “Dios obra de forma misteriosa”
Pero luego viene lo que parece una pequeña cobardía…
Con el conocimiento medico actualmente disponible, la idea de que las creencias religiosas y la oración son todo lo que se necesita para la curación –sin considerar la condición de la persona- es una perspectiva que puede muy bien indicar alguna dificultad en manejar la realidad
Muy bien en lo que se refiere a los grupos –tristemente célebres sobre todo en Norteamérica- que creen en la sanación por la oración, pero ¿por qué no se reconoce que la misma creencia en Dios indica “alguna dificultad en manejar la realidad”? Si Dios existe, es razonable que responda a nuestras oraciones, de modo que los que creen en la cura por la oración son coherentes y no tendrían que ser especialmente vilipendiados... o por lo menos no más que todos aquellos que, en general, crean en la intervención de los seres sobrenaturales en nuestras vidas.
En conjunto, esta indagación más bien sociológica sobre el hecho religioso aunque no llega a determinar exactamente el origen de todo lo positivo que tiene la religión sí nos da suficientes elementos de juicio para, sobre todo, promover que se siga estudiando un fenómeno humano que, muy probablemente, es el principal responsable de la evolución ética que a la vez promueve el progreso de la civilización.
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