martes, 5 de marzo de 2019

“Cómo se hacen las razas”, 1996. Lawrence Hirschfeld

  ¿Cómo se hace uno racista? ¿Es instintivo el racismo? En general, pensamos que uno se hace racista porque a algunos malévolos les interesa que se popularice tal doctrina supremacista sobre las diferencias interétnicas. Pero ¿por qué es tan fácil que tengan éxito? ¿No estaremos predispuestos a ello? El psicólogo y antropologo Lawrence Hirschfeld dedicó estudios experimentales a tan grave asunto, en buena parte trabajando con niños. En principio, partió de la actitud convencional:

Para mí, y para muchos otros con mis afiliaciones políticas y académicas, la raza y la política racial eran culturalmente contingentes y construidas históricamente (…) La raza daba lugar a interesantes cuestiones políticas y culturales, pero no psicológicas

     Pero después abordó la parte experimental, el punto de vista científico.

Pensé examinar, como un asunto de ciencia, por qué creemos tan firmemente que la raza es real. Acabé haciendo esto no tanto por un interés intelectual en la raza sino porque me preocupaba cómo los humanos conceptualizan los grupos con los que se afilian. Me chocaba un espacio vacío psicológico en nuestra comprensión antropológica y un espacio vacío en nuestra comprensión psicológica

   Como definición…

La teoría racial es la creencia popular aparecida recurrentemente de que los humanos pueden ser divididos en distintos tipos sobre la base de su constitución observable, concreta

  Y la conclusión de los estudios experimentales fue…

La raza no es simplemente una mala idea; es una mala idea profundamente arraigada (…) Los niños (…) creen que la raza es un aspecto intrínseco, inmutable y esencial de la identidad de una persona. Además, parecen llegar a esta conclusión por sí mismos

La [idea de] raza no está biológicamente determinada (…) pero los principios abstractos que dan lugar a la idea probablemente están tanto determinados biológicamente como son productos de una adaptación evolutiva. (…) Virtualmente todos los humanos hemos nacido con susceptibilidades para contraer viruela y tuberculosis. Las enfermedades mismas no son innatas; las susceptibilidades para contraerlas sí

  Esto son malas noticias… que se suman a muchas otras por el estilo: como que somos agresivos, insinceros, machistas o supersticiosos de forma innata. El negacionismo no ayuda. Somos así. Por eso tenemos tantos problemas de convivencia y la civilización progresa tan despacio (aunque en los últimos siglos parece que se ha acelerado por fin la mejora social). Por tanto, mientras más sepamos sobre nuestros problemas para la convivencia civilizada, más podremos emprender la búsqueda de soluciones factibles.

  Veamos el asunto desde el principio. El Homo Sapiens originario, el mamífero prehistórico cuya carga genética portamos, no tenía este tipo de problemas culturales sobre el progreso de la civilización. No existía para él tal idea de progreso, contaba con su forma de vida y no pensaba que pudiera cambiarse. Sus pautas discriminatorias con los individuos según su origen, de acuerdo con su constitución observable, se manifestaban de una manera natural, independientemente de los cambios culturales que pudieran darse.     

El pensamiento racial puede ser parasitario de una competencia de ámbito específico para percibir y razonar sobre categorías humanas. Una especie de categoría humana, la que se basa en que supuestamente se comparten propiedades no vistas e intrínsecas, es especialmente importante para las concepciones de raza. Pero esa misma clase de categoría humana es probablemente también la base para las nociones de parentesco.

  Es decir, el “Homo Sapiens” originario –el “hombre natural”- contaba con una tendencia innata a dividir a los seres humanos que le rodeaban –“semejantes”- en categorías. Es probable que en estas categorías no existiesen las “razas”, entre otras cosas porque aquella gente viajaba poco y conocía pocos extranjeros procedentes de tierras lejanas, pero su “competencia de ámbito específico” distinguía entre (por ejemplo): parientes y no parientes, hombres y mujeres, niños y adultos, cazadores y recolectores, propios y extraños…

  Estas diferenciaciones eran muy útiles… desde el punto de vista de que parece ser que en la prehistoria el sesgo endogrupal era básico para permitir la supervivencia de los pequeños grupos sociales que competían incesantemente por los recursos de supervivencia. “Nosotros” se opone a “ellos”, los extraños, y esto nos permite actuar de forma organizada en defensa de los intereses comunes.

Simplemente decirles a los individuos que han sido asignados a ciertos grupos es suficiente para disparar el favoritismo intragrupal (…) La dotación psicológica humana proporcionaría un sesgo cognitivo para favorecer a los miembros de cualquier intragrupo, mientras las políticas de relaciones de grupo dirigirían los juicios intragrupo/extragrupo a la raza

El pensamiento racial es útil porque nos ahorra tiempo de procesamiento: considerar a cada miembro de un grupo como dotado con los mismos rasgos nos ahorra los esfuerzos de tratarlos como individuos

  También dentro del grupo social, la necesaria división de tareas se favorece por la asignación de los individuos a diversos grupos. Finalmente, las relaciones de parentesco son vitales para la transmisión de las características genéticas objeto de selección: favorecer al propio grupo de parientes es lo que permite que propaguemos nuestra estirpe.

  Podemos incluso considerar hoy que el “humanismo” se basa precisamente en la diferenciación entre individuos de acuerdo con sus características propias, oponiéndose a la trayectoria ancestral de dividir a los individuos según su asignación a grupos. En cualquier caso, nuestra herencia genética es, obviamente, la ancestral, mientras que el humanismo es un fenómeno cultural muy reciente y, como muchos fenómenos culturales, especialmente los relacionados con la evolución de la civilización, se enfrenta constantemente a tendencias instintivas opuestas.

  Hirschfeld hizo numerosos experimentos con niños. Descubrió que, por ejemplo, en la sociedad norteamericana es muy fácil que los niños, muy pronto, descubran las diferenciaciones raciales. Están predispuestos a dividir a los individuos por su pertenencia a categorías, y la categoría racial está entre las más firmes.

[Los niños] diferencian las razas porque están siguiendo un impulso para categorizar las clases de cosas que existen en el mundo social

    ¿Qué implica psicológicamente la pertenencia a una raza?

El pensamiento racial es sobre la creación de diferencias ante la similitud

    Si somos similares, ¿por qué buscar diferencias? Pues precisamente porque no se pueden crear categorías sin pautas diferenciadoras. De alguna forma, nuestro instinto no se conforma con la apariencia similar y busca las diferencias... y estas diferencias son significativas simplemente en tanto que favorecen nuestra necesidad de crear categorías. Digamos que en lugar de buscar las similitudes tendemos a buscar las diferencias (un cierto sesgo de diferenciación). ¿En base a qué criterios?... pues parece que estos pueden ser bastante arbitrarios. Da igual que lo sean. En esto, la tendencia instintiva a la categorización no es diferente que la tendencia instintiva a cualquier otra superstición…

Las categorías raciales son solo una clase de entre la gran variedad de categorías sociales intrínsecas (…) Hay muchas clases de categorías humanas que la gente reconoce, categorías basadas en el físico, la personalidad, ocupación, género, nacionalidad etc

La raza no fue un descubrimiento de novo sino una sutil modulación de creencias preexistentes  

   Ahora bien, tan importante es localizar un criterio de diferenciación, que “supersticiosamente” tendemos a diferenciar a partir de abstracciones poco o nada evidentes. Buscamos la esencia. Usamos la determinación de la esencia como criterio.

Esencia se considera como una sustancia no obvia aunque material que causa que algo sea la clase de cosa que es

   En ocasiones, una esencia va más allá de la apariencia. Antes de Platón, los humanos ya inconscientemente tendían a encontrar categorías ideales. Poco importa la similar apariencia si tenemos un criterio para detectar la diferente esencia (un criterio que muy bien puede carecer de base lógica alguna…).

La raza siempre se piensa que incluye proclividades de comportamiento. En contraste, la raza no siempre se asocia con diferencias en anatomía externa (…) A primeros del siglo XX la mayor parte de los americanos negaban que los italianos fueran blancos

     De ahí que fuera tan fácil hacer evolucionar ideas racistas acerca de “una gota de sangre negra” que servía para desviar nuestra inferencia lógica de la constitución aparente del mulato de piel clara hasta la inferencia esencialista que lo asigna a la raza estigmatizada por muy pequeña que fuese la supuesta evidencia. Para sorpresa de algunos, en países mayoritariamente negros como Haití, se tendía de forma opuesta: los haitianos mulatos eran considerados “blancos” por muy pequeña que fuese su relación con ancestros europeos.

Entremezclados en los tres aspectos del pensamiento racial (diferenciación, inmutabilidad durante el crecimiento y heredabilidad) está la noción de una esencia material y no obvia. (…) La noción de esencia es un intento conceptual de capturar categorías más que propiedades o atributos (…) [Esta] conceptualización enlaza las diferencias de grupos a una clase de diferencias físicas. Pero también explica casos en los cuales estas diferencias físicas no son evidentes: de la misma forma que un tigre albino de tres patas es un tigre en virtud de su naturaleza, un negro de piel clara que “pasa” por blanco es un negro (al menos en Estados Unidos) debido a su naturaleza intrínseca

  El racismo “científico” de los nazis no fue sino la derivación natural de este proceso de categorización. Permitió la unidad del pueblo alemán por encima de las diferenciaciones de clase y urgió a la solidaridad grupal contra los enemigos exteriores. Puesto que las diferencias raciales son irreductibles, abocó a una radicalidad que favorecía la unidad patriótica. Y los criterios eran absurdos: la “ciencia racial” nazi era un cúmulo de despropósitos y en ocasiones se llegaba a asignar a algunos individuos de origen polaco (eslavo) a la “raza superior” simplemente porque su familia era de tradición protestante. El mariscal Goering llegó a decir con franco cinismo: “yo decido quién es judío”.

   Lo que el profesor Hirschfeld intenta es, precisamente, alertarnos de la gravedad del problema. El racismo o cualquier otra forma de supremacismo endogrupal no se “borra” con un cambio cultural, con la educación o la pedagogía cívica: está profundamente arraigado en nuestra naturaleza innata.

   Finalmente, observemos otro hecho notable asociado a esta génesis del racismo por predominio de las tendencias a la categorización.

En el sur de Asia [subcontinente indio], la ocupación es parte de la naturaleza intrínseca de la persona, vinculada a la propia identidad en un sentido profundo e invariable, y enmarcado dentro de un sistema de creencias que motivan un amplio conjunto de comportamientos y relaciones muy alejados del suministro e intercambio de servicios (…) [Y también] para niños de Estados Unidos de tres años la ocupación es una categoría intrínseca

Las castas coexisten en una red de dependencia mutua, como lo hacen las clases.

  Es posible que la categorización por ocupaciones tenga también un origen evolutivo: el cazador hijo del cazador, el curandero hijo del curandero… Lo que está claro es que se trata de prejuicios fuertemente arraigados en nuestra naturaleza.

Puede haber formaciones culturales en las cuales las categorías raciales estén ausentes. (…)[pero] no hay formaciones culturales que carezcan de categorizaciones humanas intrínsecas en absoluto

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